La semana pasada pasamos unos días de vacaciones y como ya dije meses atrás mi hijo en una piscina entra en enajenación mental transitoria, flipa en colores, no sale hasta que está como una papa arrugada, se zambulle, se tira por el tobogán, traga agua, y claro esto último en una piscina de niños es bastante peligroso, o ustedes no notan que de repente el agua esta caliente, luego fría, después caliente, y así sucesivamente. Mientras Al Gore piensa que es el cambio climático y el primo de Rajoy diciendo que no existe, yo les digo a ustedes que es pipi, si, si pipi, pis, orín, meados, ese liquido semi-transparente amarillento, o como decía Pablo Carbonell, "mi agüita amarilla".
Y claro no es muy bueno que los niños, (ni los mayores) beban mucha agua de esa.
Suponemos que es eso, porque no tuvo otro síntoma, la cuestión es que le dieron durante dos días unas fiebres muy altas.
La cuestión fueron esos dos días de fiebre, y lo se, lo reconozco, no sirvo para ver a mi hijo malito, me pongo fatal, me preocupo, me da estrés, me da alopecia nerviosa, vamos que yo firmaría que todas las enfermedades que le vayan a entrar a mi hijo y a mi mujer, que me entren a mi, y lo firmo con los ojos cerrados. Me pongo mal, me pongo en una esquina mirando a un punto fijo, enredándome el pelo con los dedos hasta que me hago un nido de cormorán en la cabeza con una cara como si se me hubiera muerto el canario. La cuestión es que malo y todo, el niño está mejor que yo, y cuando se le baja un poco la fiebre, es como si no tuviera nada. Que fuertes son, con fiebre y como si nada, a mi me da 39 grados de fiebre y llamo al helicóptero y ya en el aire le cuento mis últimas voluntades al piloto.
Desde aquí doy las gracias por los Dalsy y los Apiretales, pero no por el niño, que a él mas o menos le da igual, sino por mi, que cuando le baja me quedo tranquilo.
Menos mal que ya no tiene nada, lo paso fatal, uff lo pienso y me pongo malo.
¿Ustedes son igual, o soy yo que soy muy ñoño?