A finales de verano millones de aves abandonan los parajes donde han nacido para emigrar hacia los cuarteles de invernada. Algunas de estas aves realizan viajes de miles de kilómetros en busca de climas más benignos donde el alimento es abundante. Entre éstas aves destacan los limícolas, que estos días llenan las playas y estuarios, aunque la mayoría sólo se detienen el tiempo necesario para recuperar fuerzas y continuar su viaje hacia el sur. Otros, por el contrario, permanecerán en el Cantábrico durante todo el invierno y sólo se marcharán cuando llegue la primavera y regresen al norte para reproducirse.
Unos de los limícolas más frecuentes son los correlimos comunes (Calidris alpina). Algunos aun no han mudado completamente su plumaje y conservan parte de su librea nupcial. Aun así, la mayoría son aves jóvenes, que probablemente sea la primera vez que ven a un ser humano, ya que en la tundra, donde han nacido hace pocos meses, la densidad de población humana es muy baja. Esto explica su comportamiento confiado y las escenas que podemos ver estos días, con decenas de éstas pequeñas aves corretendo entre los bañistas sin inmutarse.
Pronto comprenderán que nuestra especie no es de fiar y aprenderán a tenernos miedo y a huir ante nuestra presencia.