En mi historia personal, fin de año es tiempo de cuidados. El mayor porcentaje de recaídas lo tuve en estas fechas. El argumento de “me lo merezco”, luego de cerrar un balance positivo del año, es quizás una de las mayores expresiones en mí de la enfermedad. También son fechas en que baja el ingreso de adictos a tratamiento. El verano se percibe como la oportunidad de “despedirse” de las drogas. El periodo más peligroso en la vida de un adicto.
No he encontrado estadísticas. Pero mi historia personal puede ayudar a reflexionar. Gran parte de mis recaídas se ubicaron en estas fechas, hasta que comprendí mi enfermedad.
Durante varios años, funcione como un adicto que consumía una vez en los 365 días. Aunque por varios días.
Incluso, racionalizaba esas actitudes con el argumento de que “las recaídas son parte de la recuperación”. En realidad, las recaídas son parte de la enfermedad y solo desde allí pueden ser abordadas como la culminación de un largo proceso de recaídas en actitudes, donde la constante es la mentira para con uno mismo.
En los hechos, descubrí que mi adicción puede ser trasladada a cualquier tipo de vínculo que establezca con personas, actividades o mercancías. Y que la mera abstención de drogas, sin conciencia plena de la enfermedad, solo me convertía en “un adicto funcional”.
Concepto muy en boga en los últimos tiempos, bajo esa falsa creencia del “consumo responsable”. Algo así como “esta todo bien, mientras no robes, no bardees, no te mates”. El problema es que cuando el adicto esta en consumo de sustancias psicoactivas, ya no tiene control de su vida, aunque pueda aparentarlo por fuera.
Las Fiestas de Fin de Año
Estos días son tiempos de balance. En mi caso, la enfermedad me jugaba malas pasadas. Porque no comprendía aún los alcances de la misma. Y ante cada cierre de año con balance positivo anidaba en mi la idea de “festejo”, pero el “festejo” siempre estuvo vinculado con el consumo de drogas.
Esa idea que colonizaba mi cabeza, me llevaba a pensar una y otra vez en que “después de tanto esfuerzo, bien me merezco el premio de drogarme”. Un tiempo fuera. La enfermedad en toda su expresión. El adicto lidiando con sus propias mentiras, masticando, preparando en silencio la recaída, mientras por fuera proyecta la imagen de “bienestar y control”.
La ilusión de Control
Y es que “control” es quizás la ilusión más fuerte del adicto. “Yo la piloteo”, “Yo la dejo cuando quiero”, “Ya estoy recuperado”. Son expresiones que nacen de esta ilusión de control.
Pero su origen es mucho más profundo, y tiene que ver con la misma dinámica del consumo. De este sujeto que no se encuentra en el mundo, más que en el consumo de una sustancia.
Donde el Yo es colonizado por el consumo como la matriz única y real que dio nacimiento al Sujeto. Aquí ya no cabe la máxima shakesperiana de “Ser o No Ser”, la disyuntiva para el adicto es: “Ser Nada o Ser Drogón”.
Y es en ese juego ilusorio de “perderse para encontrarse” donde nace la ficción del control. Como el niño que juega con un espejo rebatible y modificando sus posiciones cree poder controlar su propia existencia en el mundo, en función de la imagen que le devuelve el espejo.
Y es por esto también que es tan difícil asumir y rendirse ante la enfermedad. Porque todo adicto se inicia al consumo casi jugando, “consumo recreativo” dicen ahora. Curioso calificativo para una enfermedad crónica, compleja, que se agrava con el tiempo y de la cual no hay cura conocida.
Las drogas calan en el hombre, no porque brinden sensaciones displacenteras. Al contrario, el adicto desarrolla su enfermedad en medio de una luna de miel con las sustancias. Donde este juego de “perderse para encontrarse” otorga un plus de goce. Del cual es muy difícil y peligroso “despedirse”.
Pero abandonar la ilusión de control es el único camino para reconocer la enfermedad. Y desde allí construirnos conectados con nuestra Verdad.
Como dice una de las tantas filosofías que se repiten a diario en las Comunidades Terapéuticas: “Aquí juntos, una persona puede mostrarse claramente, ya no como el gigante de nuestros sueños, ni el enano de nuestros miedos. Sino como un hombre, parte de un todo, con algo para dar”
O como dice la “Oración de la Serenidad” recitada en Alcohólicos Anónimos y Narcóticos Anónimos: “Dios, concédeme... Serenidad, para aceptar las cosas que no puedo cambiar. Valor, para cambiar aquellas que puedo, y Sabiduría, para reconocer la diferencia”.
Mi deseo
Mi deseo para estas fiestas es que los adictos y sus familias puedan vivir honestamente su enfermedad. Sin caretearselas, sin manipular, sin victimizarse. Aceptando lo que venga con la claridad honesta de nuestro corazón. Una vida sin drogas es posible y necesaria. En mi caso, rendirme ante la enfermedad, abandonar la ilusión de control fue el primer paso en mi batalla por la libertad.
Mis afectos más cercanos fueron fundamentales para ayudarme a cortar el ciclo repetitivo de recaídas. Si conoces un adicto en recuperación, ayúdalo en estas fiestas a hablar sobre sus sentimientos. Si sos un adicto en recuperación hablá. No te mientas. La decisión de frenar la recaída está en tus manos. Las palabras, salvan vidas. Vos y yo lo sabemos.