También, aunque nos pese, figúrese usted, existe un mundo de explicaciones, que si nos viene de siempre, que si es costumbre y que la costumbre se hace ley, pues bien, es tan verdad como la condición social del humano, eso se lo escuché a Don Ricardo, que era párroco de San Javier y sólo hacía vida de sacristía, muy metidito en sotana hasta para jugar a la pelota, comprometido él y todo el pueblo en sacrificar placeres, porque de lo que se trata es de ir contra el gozo, ya lo dijo no sé qué dios antiguo, “malditos los que disfrutan tranquilamente”, así nos encajamos en la modernidad, mire, poniendo a caer de un burro lo que tiramos de los cerones del nuestro y que salga el sol por Antequera porque, si ha de salir, es para que lo vean todos los ojos de la comarca, de la región y del mundo entero, los astros no lucen a escondidas porque es contranatural, como es la renuncia a la risa, a la pitanza, al baile, a la sombra en verano y a la recacha en invierno y absolutamente todo lo que se opone a la vida, a la buena vida que diríamos, que pensáramos, que me estuviera recordando las mil pesadumbres que cada hombre carga sobre sus espaldas y en chitón, que no son cosas de compartir con cualquiera porque a cualquiera hay que abrigarlo también y ponerse en lugar de no echar peso donde ya lo hay, que se le olvida eso a la explicación mayor, porque, verás, yo he descubierto que las hay mayores como menores y que uno ha de andar midiendo lo que interesa al momento como lo que interesa a la eternidad, que no es lo mismo saciar el apetito que el hambre, que darse un capricho de amor que amar a corazón abierto, que decir lo que hago que decir porqué lo hago, y, en eso, hay que tocar templado, si es que tenemos sentido musical y nos deleitamos más con el violín que con el bombo, porque los bombos suelen poner el final como los puntos en las oraciones, eso era lo que aprendía en la escuela que llevaba dentro y que, Dios quiera conservarla por muchos años, que los oídos no están de más ni de menos en gente de buen hacer y de buen vivir, y que las excusas son la calderilla de la hipocresía, también lo aprendí en mi escuela poniendo mucha atención, porque la vida, lo que llamamos vida, no tiene explicación ni sentido si no es para ponerla sobre las ascuas a hervir y que vaya evaporándose de mucho burbujear, que al fin y al cabo, el vapor viene a ser lo mismo que lo que había, pero abierto y expandido como las almas en el paraíso, si es que han de ir al paraíso, que de eso habría mucho que hablar, sobre todo dentro de una sacristía, llegado el caso, y lo digo yo, que he renunciado dos veces al Premio Nobel, una en el año 2008 y otra en el año ya pasado de 2019, cosa que anoto con mucha puntualidad en todos mis currículums y sin faltar a la verdad, por más inverosímil que se afanen los envidiosos en recalcar, por lo que he de dar próximamente a reproducir las dos cartas que cumplidamente remití a la Academia Sueca en un año y en el otro, dónde quedó explícitamente consignada mi “renuncia” a todo Premio Nobel que se me pudiera otorgar en tales convocatorias, así queda, pues, bien dado el fundamento de mis apuntes sin tocar una mácula de lo hecho y sin faltar al débito que la pléyade del pueblo y de Don Ricardo andan pidiendo para conformar sus barruntos y dar alimento a la costumbre, cuya virtud no es otra que la de la paz y el orden del mundo civilizado, cosa que también es de tener en cuenta, según se mire y, sobre todo, según se explique, que en habiendo figuraciones que curen, no se precisan cataplasmas, punto y aparte.