@morguefile
Nuestro automatismo emocional ante un emprendimiento se fundamenta en el análisis espontáneo del coste-resultado, si bien no somos capaces de percibirlo racionalmente. En el momento de enfrentarse a cualquier acción, la mente realiza un rápido análisis de lo que vamos a hacer, cómo lo vamos hacer y los posibles resultados. Aunque prácticamente nunca reparamos en el alcance conceptual de la estrategia de cumplir los objetivos, si analizamos cualquier evento, por ejemplo salir a caminar al final de la tarde, nos daremos cuenta de que antes de emprender la marcha hemos establecido un mapa de causa-efecto para llevarla a cabo, pensando cuánto tiempo estaremos entregados a la actividad, qué distancia recorreremos, cómo iremos vestidos, qué buscamos.Para considerar la posibilidad de emprender, hay que:
- Concebir una idea.La concepción de una idea innovadora se puede empezar de dos maneras.
- 1. Detectar la necesidaddel propio mercado. Esta no es una tarea fácil de resolver, porque una vez se entra en ese ámbito la competencia es enorme, las ofertas son innumerables, por lo que se requerirá de una habilidad extraordinaria para conseguir crear un producto que el mercado demande y que no esté ya diseñado por alguien con anterioridad, aunque fuera con otras características. Volvemos al planteamiento inicial, en esta fase del proceso creativo no es necesario perseguir un producto complemente nuevo, sino quizá sólo un complemento de los ya existentes. Incluso se puede trabajar sobre un producto que ya está funcionando simplemente para introducirlo a un sector diferente a donde está aplicado o con funciones complementarias que aporten pequeños valores añadidos.
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- 2. Crear la necesidaden consumidores ya hechos. A pesar del golpe propinado por la crisis global a la economía familiar, el consumo sigue siendo una consecuencia de la inercia. Nadie dejará de comprar porque la economía vaya a peor, ni siquiera nadie va renunciar a los productos de siempre, simplemente cambiará su mercado, su nivel de marcas o exigencias. Acabará acudiendo a mercados más económicos donde encuentre el mismo producto pero con matices diferentes, quizá con ingredientes menores o menos elaborados. Entonces, no está demás decir que ha llegado la época del complemento. Es el momento de poner en manos de los interesados productos que cubran sus necesidades de siempre, pero que supongan coste menores, sean más accesibles y asumible por su economía cada vez más estrangulada.
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