filmin radar: 'Palíndromos', Douglas Sirk

Publicado el 19 diciembre 2011 por Fimin

Es, por derecho propio, uno de los realizadores más indómitos del panorama indie mundial. No podía ser otro, nos referimos a Todd Solondz y concretamente hoy, a "Palíndromos," una película a la que nuestro colaborador Montecarlo apunta con su radar llegando a pasar incluso por Douglas Sirk, lo que demuestra hasta qué punto Solondz debería ser una figura reconocida en Hollywood pese a su escasa repercusión popular.

BIENVENIDOS A LA CASA DE MUÑECAS

El hombre, ser social por naturaleza, tiende a formar comunidades, a agruparse según determinadas señas de identidad. El cine del malestar no escapa a esta premisa y, aunque esté constituido por un grupo heterodoxo y cambiante, como todo colectivo tiene sus nombres destacados. Son los de aquellos miembros que, por méritos propios, sirven de referente para los demás. Todd Solondz es uno de ellos, y se ha convertido en cita obligada a base de granjearse insultos, desprecios e incomprensión película tras película. Un trabajo solitario y constante que, vistas las reacciones de las mentes bienpensantes, demuestra que aún queda mucho por hacer. Pero… ¿qué es lo que ha hecho este hombre para que recibir semejante trato?.

LAS BUENAS FORMAS

Una de las cosas más llamativas respecto a la obra de Solondz es, precisamente, lo poco o nada llamativa que resulta, especialmente en el aspecto formal. Muchos directores se han volcado a dejar su impronta personal en el apartado estético a través del trabajo de cámara (tanto en lo referente a movimientos como a tratamiento de imagen y color), el del departamento artístico (al adoptar estéticas extremas o ambientaciones fácilmente reconocibles), la dirección de actores (desde el casting de fetiches del indie, hasta la imposición de estilos interpretativos determinados), o la edición (con montajes sincopados o, por el contrario, eternos planos secuencia de un estatismo exacerbado), todo ello sazonado con bandas sonoras con firma propia. Pues bien, Todd Solondz, muy al contrario, no se ha adscrito a ninguna corriente postmoderna (aunque su trabajo está justamente enmarcado en esta línea, por otros motivos tan o más válidos que los citados en el párrafo anterior).

Allí donde otros han roto con el pasado y se han lanzado, cámara en mano, a explorar las posibilidades de una nueva imagen, este director, oriundo de New Jersey, ha puesto todo su empeño en recuperar un estilo que muchos creían superado.

Los planos de las películas de Solondz aparecen como una actualización de los melodramas que Hollywood produjo a mitades del siglo pasado. Color, iluminación y puesta en escena se esfuerzan en reforzar esta idea, y si no fuera porque ni el vestuario ni los rostros de los actores coinciden con los de la época, en una primera impresión pensaría que está frente a una cinta de, por ejemplo, Douglas Sirk. Los directores de la década de los cincuenta contaban historias desgarradoras sobre la lucha personal de sus protagonistas frente a una sociedad insensible.(¿Cómo olvidar a Lana Turner como la madre ausente de “Imitation of Life” o a esa pareja imposible formada por Jane Wyman y Rock Hudson en “All That Heaven Allows”?) Para ello, utilizaban un tono marcadamente exagerado, tendente a la estilización, algo que se configuró como marca de género, el “melo”.

Estos films mostraban imágenes de una apariencia idílica que contrastaba descaradamente con el discurso que presentaban. Todd Solondz hace lo propio y recoge el testigo de esa manera de hacer. Lo suyo no es un “revival” nostálgico del cine de otro tiempo, sino una actualización necesaria: el espectador que vea cualquiera de sus trabajos reconocerá con tristeza y facilidad a los personajes que allí aparecen y los problemas a los que se enfrentan.

SOCIAL OUTLET

En las últimas décadas hemos asistido al nacimiento de un subgénero fruto del peor cine del Hollywood: las películas de “nerds”. Este cine se centra en la narración, en clave de humor, de las desventuras de un puñado de inadaptados en situaciones absurdas que se pretenden políticamente incorrectas (aunque el mensaje final suela ser marcadamente reaccionario). Enseñar a un puñado de inútiles sociales mostrando su falta de habilidades se ha convertido en un negocio lucrativo. Son retratos burdos, simplificaciones extremas que convierten a estos personajes en eso precisamente, personajes, en el sentido más peyorativo del término. Se supone que tratarlos en tono de comedia autoriza a exagerar ciertos rasgos hasta hacer desaparecer otros por completo, lo que genera figuras planas, de interés nulo.

Es como si la figura del “borrachín” de las películas de los años treinta y cuarenta hubiera pasado a primer término y se hubiera convertido en el protagonista. En aquellos films, la imagen del alcohólico se convertía en una caricatura gruesa destinada a aportar algún momento cómico, precisamente a costa de su adicción. (Destacan contadas excepciones, como “The Lost Weekend” de Billy Wilder, preludio de un nuevo enfoque, de carácter dramático-realista). Lo mismo podríamos decir de otros personajes, desarraigados o marginados por otros motivos. Un ejemplo: la figura del “negro”, como secundario de pocas luces y buen corazón. (Ahí estaba Butterfly McQueen interpretando a Prissy en “Blow with the Wind”).

En este sentido, Todd Solondz sería una especie de Billy Wilder actual. Sus historias plantean con seriedad las vidas de aquellos que, por el motivo que sea, no encajan. Y, si bien es cierto que mantiene la estilización del melodrama, ofrece una imagen poco agradable de sus protagonistas, no por feísmo o burla, sino porque sus vidas son así.

Asistir a un casting de Todd Solondz es asistir a un “outlet” de la sociedad, no sólo por la apariencia física de los actores (reforzada por un vestuario que atenta contra cualquier canon de elegancia o discreción), sino por los personajes que van a encarnar.

SÓLO SE VIVE UNA VEZ

El cine de Todd Solondz, por momentos, recuerda al de John Waters pero su humor (que lo tiene) es, a un mismo tiempo, más sordo y más caústico, puesto que el retrato, por muy estilizado que sea, nos recuerda que está hablando de personas condenadas a una existencia miserable sin paliativos.

Y es que una de las premisas nunca formulada en voz alta, tal vez por considerarlo un acto innecesario, es la de que “sólo se vive una vez”. Puesto en boca de Solondz, no se trata de un canto al hedonismo, muy al contrario. Partir de esta idea supone que no hay alternativas, que nunca gozaremos del privilegio del que disfrutaron, pongamos, James Steward en “It’s a Wonderful Life” (“¡Qué bello es vivir!”) o de Bill Murray en “Groundhog Day” (“Atrapado en el tiempo”). La vida, por lo tanto, se constituye como una partida única en la que, además, las cartas están marcadas. Los personajes de Solondz sobrellevan una carga heredada, cultural, genética y familiar. A eso hay añadir el peso personal que cada uno le va incorporando puesto que, si sólo se vive una vez, también se muere sólo una. Todo lo demás, por muy doloroso que nos resulte, no acaba con nosotros. Humillaciones, maltratos, desprecios, abandonos, desamores, traumas y desconsuelos pasan a engrosar nuestro bagaje. Es un lastimoso suma y sigue que los personajes llevan con resignación o, en el peor de los casos, con ignorancia, lo que les predispone a volver a tropezar con la misma piedra en el futuro. Sin duda constituye un hito en la historia del cine concluir la película con un primer plano sonriente de la protagonista y que eso te deje un sabor de boca tan amargo como en “Palindromes”. Eso sí, demuestra a todas luces que Todd Solondz maneja los códigos de su obra con maestría.

El director parece empeñado en recordarnos que las miserias humanas son parte intrínseca de nosotros mismos, lo queramos o no. Tal vez por eso un sector del público ha reaccionado de modo tan agresivo: si el cine de Solondz ofende, no es tanto por lo que muestra, sino porque nos obliga a mirar. Es nuestra mirada la que nos resulta hiriente. Existe una parte de nosotros (una parte “en” nosotros) a la que le gustaría ignorar todo lo que Solondz nos pone delante. Resulta fácil, por lo tanto, culparle a él de lo que sentimos (“de lo que nos hace sentir”, dirá el público irresponsable). También es cierto que en sus películas no existe respiro, y si lo hay es sólo para poder desalentarnos nuevamente, con más fuerza. Por si eso fuera poco, Todd Solondz tiende a escoger protagonistas “problemáticos”: pedófilos, violadores, abortistas, suicidas, asesinos y pervertidos varios, lo que, como digo, no le ha convertido en un cineasta popular (lo que tampoco le ha privado de recibir el apoyo de la crítica y haberse ganado un público fiel).

¿Es el mundo tan negro como lo ve Solondz? No creo que ésta sea la pregunta. Del mismo modo que pienso que calificarlo así (como un cineasta nefasto) es prejuzgarlo. El mundo es(así, sin adjetivos), y todos tenemos el privilegio de contarlo como lo sentimos, dejando que sean los demás los que etiqueten nuestra obra.


LA GRAN SAGA AMERICANA

Solondz se preocupa por sus creaciones. Por eso las vidas de los personajes, condenados a vivir, se prolongan más allá de los títulos de crédito finales. No resulta extraño que les reencontremos en otros films del director, en otros tiempos y otras circunstancias, aunque sean interpretados por otros actores o, simplemente, mencionados de pasada. De ese modo, las historias y los personajes de este judío de New Jersey se entremezclan creando una red de resonancias y recuerdos, a veces lejanos, a veces confusos, en algún caso incluso convertidos en rumor, como los que circulan por sus propias películas, ambientadas casi exclusivamente en su New Jersey natal.

Es el caso de Dawn, a quien está dedicada “Palindromes”, película que arranca precisamente con unas imágenes de video del entierro de la joven. Pero, ¿quién es Dawn? Pues Dawn es Dawn Wiener, la adolescente protagonista de “Welcome to the House of Dolls”. Nueve años separan los dos estrenos (2004 y 1995, respectivamente). Entre ellos, Solondz ha realizado dos películas, “Happiness” y “Storytelling” (“Cosas que no se olvidan”). Durante ese período de tiempo ha explorado las posibilidades narrativas de su mundo.

En contraposición a la apariencia de sus películas, deudoras del Hollywood clásico, su manera de contar es marcadamente (post)moderna. Sus primeras historias ya ofrecían una estructura de carácter episódico: el relato avanzaba, pero lo hacía en pequeños fragmentos independientes (era la ordenación de estos bloques la que establecía la relación de progresión, y no el contenido de los episodios en sí mismos). Con “Storytelling”, y a pesar de que se presenta como una obra de ficción, Solondz se acerca a la película de tesis. Dividida en dos partes independientes (“Fiction” y “Non Fiction”), la película supone un esfuerzo consciente por parte del autor para comprender el arte de la narración.

En “Palindromes” el director parece regresar a formas más convencionales, pero sólo lo hace en apariencia. Su apuesta es, al tiempo, sencilla y temeraria. Aplicando un recurso que otros habían llevado ya a la pantalla, (recordemos “Cet obscur objet du désir” de Buñuel), Solondz decide que sean varias personas las que encarnen a la niña protagonista. Así, el rostro de Aviva, la prima de la difunta Dawn, cambia de una escena a otra (incluso de un plano a otro), hasta sumar ocho distintos. Esto incluye cambios de edad, sexo y raza. Como señalo, es un ejercicio sencillo, pero de resultados aplastantes. Superada la sorpresa inicial (y ayudados por el raccord de vestuario de la protagonista), disfrutamos de una modulación interpretativa que ni el mejor actor del mundo sería capaz de ofrecer. Aviva se muestra torpe, frágil, indefensa, ausente, perdida o ilusionada de la mejor manera posible.

Los cambios de rostro de Aviva tienen su reflejo en el relato. Solondz se sabe narrador de una historia (no de la realidad misma), y se muestra escurridizo como una anguila cuando pasa de un tono (y de un género) a otro, sin quedarse encallado en ninguno. Por momentos, la película se aproxima peligrosamente al drama, para pasar de repente a la comedia o a la fábula (la escena del viaje por el río, claro homenaje a “The Night of the Hunter”, es impagable). En este sentido, “Palindromes” no es un paso atrás respecto a “Storytelling”, sino más bien una ampliación e integración de recursos en el discurso del cineasta. Y todo ello sin desviar ni por un momento la mirada sobre la protagonista y su viaje iniciático.

MALOS PENSAMIENTOS

Podríamos, llevados por la falta de costumbre, la extrañeza del recurso o por mera curiosidad, pensar… ¿porqué tomar esta decisión de casting? (Lo que tal vez sea otra pregunta equivocada). Es en este punto me permito dejar volar la imaginación y elaborar una explicación retorcida que no se basa en ningún hecho comprobable, pero que podría iluminar algunas zonas no exploradas. (La verdad, como todo narrador sabe, es un concepto sobrevalorado).

Creo recordar que, en algún momento, Heather Matarazzo dijo que nunca volvería a trabajar con Todd Solondz (a pesar de que fue la interpretación en su película la que le sirvió para levantar su carrera como actriz). ¿Y si el director decidió “matarla” y, para que quedara clara su postura, se propuso demostrar que “cualquiera” podría interpretar a sus personajes? Al fin y al cabo, ¿cuál de las Aviva de la película podría erigirse como la “verdadera”, si todas lo son, y cuál como la ”única”, si es un derecho compartido?

Nunca sabremos si esto fue así ni si la maldad de esta reflexión se debe a Solondz o exclusivamente a mí. El director no es dado a aclarar decisiones o procesos ni a mostrar borradores. (Cuando ha publicado sus guiones se ha limitado a transcribir la película montada, negándose a enseñar versiones anteriores).

EL ESPECTÁCULO DEBE CONTINUAR

Todd Solondz, que no consiguió financiación para la película, decidió invertir todos sus ahorros y pagársela él mismo, lo que supongo le ahorró interminables discusiones con el productor respecto al tema de la encarnación múltiple de Aviva y, de paso, le permitió sacar adelante una obra necesaria.

¿Y los palíndormos del título? Son los nombres de los personajes principales: Aviva, Bob, y Otto. Lo que caracteriza esta figura es que puede leerse en ambos sentidos y su apariencia no varía. Esa bidireccionalidad encierra algo de circular, lo que también expresa el sentido último de las películas de Solondz y su propia angustia vital. (En más de una ocasión ha declarado que le gustaría dedicarse a otra cosa y sin embargo ahí sigue, invirtiendo su vida en realizar este tipo de films).

Como decía al inicio de este texto, hasta el cine del malestar tienen sus nombres de referencia. Todd Solondz es, sin duda, uno de ellos. En cierto ocasión, el director declaró: “My movies aren't for everyone, especially people who like them” (“Mis películas no son para todos, especialmente para aquellos a los que les gustan”). Algo a tener en cuenta mientras visionamos su obra.