Las bases de la filosofía occidental: los filósofos pre-socráticos
Si bien se dice que la filosofía nació en oriente y desde siempre el ser humano ha tenido esa tendencia de preguntarse el porqué de las cosas, no sería sino hasta los griegos cuando dicho “porque” alcanzaría una importancia categórica. En efecto el considerado primer filósofo sería Tales de Mileto, considerado uno de los siete sabios de Grecia. Su origen era entonces Mileto, una ciudad próspera y poderosa. Gracias a su pericia es considerado el primer filósofo de la historia y fundador de la escuela jonia. Como dijimos antes de él habían existido pensadores, pero sus predecesores, nacionales o extranjeros, no se preocuparon en preguntarse o instaurar una generalidad de las cosas, una unidad, todo estaba disperso, desorientado, y así, por supuesto, el estudio de tal o cual aspecto, era en extremo difícil y las explicaciones eran en su mayoría con una base religiosa y mitológica, al estilo Homero, donde los dioses “dominan a los humanos” y son responsables de todo lo existente por su voluntad; antes de Tales así se entendía el mundo.
Aristóteles lo llamó “padre del principio” y en realidad fue el primero en preguntarse el “principio primero” que dio origen a las cosas. Si dios o los dioses existían, ¿cómo y a partir de qué crearon las cosas? Él no se conformó con descripciones de lo que había pasado, como cuenta la mitología, Tales buscaba mediante un argumento racional, un razonamiento verosímil, no sólo describir sino “demostrar” el porqué de cada cosa. Y estos rasgos los compartirían todos los pre-socráticos que mencionaremos uno por uno de modo breve. Además de esto Tales y sus compañeros empezaron a utilizar una serie de conceptos como elemento, principio, materia, forma, espíritu, entre otras; lo que da una base importante al pensar filosófico; pues el filósofo es el “amo de los conceptos”. Pero no sólo eso los podría haber convertido en “filósofos” y no es sofistas, sino más bien por las cuestiones que se planteaban y como lo hacían, los problemas que aparentemente eran indiferentes o estaban zanjados para la mayoría, fueron puestos en tela de juicio por los filósofos pre-socráticos o jónicos; y de tal búsqueda surgieron los objetos. Su mayor interrogante y preocupación fue entonces la cuestión del “arkhé” o literalmente “origen”, en efecto, el origen de todo lo que nos rodea. ¿De dónde venimos y a donde vamos? Así en su búsqueda los pre-socráticos empezaron a indagar acerca de la apariencia y la esencia del mundo que nos rodea; dicha apariencia vendría a ser lo accesorio y exterior mientras la esencia lo esencial e interior de cada cosa, era lo común que tenía todo lo que nos rodea. Esa esencia interior, era permanente, consiste y hasta desconocida y era la esencia común en todas las cosas, pues sólo así podría representar la base única y originaria de todas esas cosas, y eso le daba la categoría de lo “más importante”; en clara diferencia contra lo externo o aparente donde cada cosa parecía algo propio e individual. Debía haber un origen de todo, pensaron los pre-socráticos, llamados así por ubicarse antes de la aparición de Sócrates. Esta esencia interior y común a todo lo que nos rodea que dio origen a la vida y al entorno, fue atribuida a un elemento que variaría según el filósofo.
En el caso particular de Tales, para él esta esencia interior era el agua, pero no en su forma “aparente” sino en su forma “esencial”, es decir que todo lo que nos rodea está compuesto por agua, aunque quizá no lo veamos, por que dicho elemento es el origen y sostén de la vida y las cosas. Así con la esencia daba origen a la metafísica sin querer, aunque ese nombre vendría más adelante. A todas estas conclusiones Tales llegó luego de grandes viajes por medio oriente y Egipto, donde conoció muchos modos de pensar e interactuó con otras culturas. En Sardes se dice predijo un eclipse de sol del 585 a.n.e., y en Egipto midió la altura de las pirámides valiéndose de la sombra que proyectaban. Entonces en sus innumerables recorridos llegó a la conclusión que tanto humanos, animales y planas necesitaban de agua para vivir, necesitaban “humedad” por ende el agua es el origen de todo, pues estaba presente en todas partes. Entonces tenemos que para Tales ese elemento esencial y originario de todo era el agua. Asimismo se le atribuye el iniciador de la geometría, algebra, algunas ramas de la física, estática, dinámica, óptica, y hasta del proverbio archiconocido “conócete a ti mismo” según los filósofos posteriores (sin que haya pruebas absolutas acerca de ello).
Para otro filósofo jónico llamado Anaxímenes, tal origen se hallaba en el aire, pues cuando este se concentra se forman nubes de donde proviene lluvia; y al concentrarse más derivan del mismo-aire-las materias sólidas, es decir toda la tierra y las piedras. Además reflexionando toda dicha materia podía crecer o disminuir; estableciendo así las formas líquidas, gaseosas y sólidas que cambia de un modo a otro por diversos factores, hoy en día más claros. En realidad sus explicaciones son algo complejas hasta para hoy en día, por ejemplo creía que la tierra era plana y que se formó meramente por condensación del aire, y cosas por el estilo como afirmar que los cuerpos celeste surgieron de la tierra debido a una rarefacción (disminución de la densidad de un cuerpo gaseoso) de su exhalación (¿!). También tenemos a Anaximandro, discípulo de Tales, un poco más complejo aún, debido a la escasez de fuentes acerca de su pensamiento. Para él el inicio de todas las cosas es el Apeirón, lo indeterminado e indefinido, no era ni agua, ni tierra, ni fuego ni aire; asimismo es inmortal e indestructible, de donde provenían todas las cosas, se iban y luego volvían. Para entenderlo un poco más, habla de dos principios básicos: el frío y el calor, ambos surgieron de una separación de una materia original existente en los diferentes tipos de materia, y eso sería el Apeirón o el infinito o lo sin forma ni límites. De ella partirían todas las cosas por un proceso de división y retornarían al elemento para desaparecer con él. Así todas las cosas tienen origen y muerte en un solo elemento y esto era obra de la naturaleza, se repetía en todos los casos. Era una ley más poderosa que la naturaleza inclusive, al mismo tiempo que dicha ley le parece un orden y castiga al individuo por su hybris, por el orgullo que expresa el mismo hecho de su individualidad.
Heráclito de Éfeso
También tenemos a Heráclito de Éfeso, de pensamiento muy profundo y de estilo hermético y hasta contradictorio, era llamado el “oscuro”. Se parece un poco a Anaximandro cuando afirma que “todo pasa”, nada permanece sobre la tierra, sólo lo inestable y mudable. Para él el elemento base y esencial era el fuego, más inconstante que el agua y el aire, el elemento que nunca reposa y el calor corporal es la expresión del alma. El fuego que da la vida es el que también consume todas las cosas, “todo se cambia en fuego y el fuego se cambia en todo”. Además, también estableció algunas leyes naturales o prefijadas: la oposición de contrarios, sin oposición ninguna vida es posible; esto se ve plasmado en las siguientes premisas: sin hambre no hay saciedad, sin fatiga no hay reposo; sin enfermedad no hay curación, sin fracaso no hay éxito, sin mediocre no hay triunfador, y así con todas las cosas, es decir que esta guerra de contrarios era el flujo de todos los seres y la vida, era una especie de motor de la historia, como una forma embrionaria de concebir la dialéctica hegeliana y marxista de siglos posteriores; esto generaba una lucha, entonces para él el devenir está animado por la guerra: “la guerra es el padre de todas las cosas”. Todo cambia y todo es relativo. Entre otros comentarios dijo que “el fuego, alma del mundo, es también una inteligencia eterna y ordenadora”. Además podemos agregar que despreciaba a los dioses… ¡y a Homero!
Los pre-socráticos pitagóricos
Pitágoras vivió antes que Heráclito, vale la pena aclararlo, pero aquí los clasificaremos por separado. Era Pitágoras oriundo de Samos, y se estableció en Crotona, en la costa sur de Italia, fundando una orden cuyos miembros buscaban un enriquecimiento intelectual. La orden por supuesto tenía grados luego de someterse a varias pruebas y asistir a varias ceremonias, y como dato particular podemos decir que las mujeres tenían acceso, algo raro para la época. Pitágoras era el maestro de esta hermandad, quién se dice sabía de matemáticas, ciencias naturales, astronomía, filosofía, moral y varias áreas más. Como Tales, sus viajes le ayudaron mucho a desarrollar su pensamiento, en especial el realizado a Egipto. Ahora bien Pitágoras y los pitagóricos, o sea sus seguidores y discípulos buscaban lo mismo que los pre-socráticos: ¿qué era lo eterno y permanente en los fenómenos cambiantes de este mundo que nos revelan los sentidos? Para estos en especial no se conformaban con expresar meramente que era el agua, el aire, el apeirón o el fuego como el origen de todo y la esencia única de las cosas. Para Pitágoras “el mundo es armonía y números. Y es que según él, la música por ejemplo, acordes y notas, tienen relaciones basadas en cifras, al igual que la duración o la altura de un sonido la cual depende de la longitud de la cuerda que se hace vibrar, convirtiendo a Pitágoras en el precursor de la acústica. Con esto había medido matemáticamente el sonido, y así con los números empezó a hacer maravillas, y creyeron haber encontrado las leyes del universo: los números.
Así los filósofos fueron buscando conceptos cada vez más abstractos y lo juzgaban como únicos válidos. Para ellos todo está determinado y/o representado por un número y sólo comprenderemos algo si conocemos su número, así para él el universo era todo un conjunto de cuerpos celestes en perfecto orden que danzaban en armonía produciendo una música sobrenatural y que no podemos oír, sólo lo oiríamos si surgiese una desavenencia en dicho orden, pues estamos acostumbrados al orden, que todo sonido se nos hace imperceptible. En cuanto a filosofía propiamente dicha, Pitágoras creía en el alma inmortal, los sabios especialmente debían purificar su cuerpo mediante la meditación y la ascesis (es un conjunto de reglas y prácticas encaminadas a la liberación del espíritu y al logro de la virtud). También creía en la reencarnación en hombres y animales. Finalmente y además de la metempsicosis (doctrina respecto a que las armas migran a otros cuerpos) los pitagóricos creían en el retorno de todas las cosas después del gran año del mundo, período más largo que el año natural algo así como un día frente a un segundo. Pese a la evidente especulación, en sí la escuela pitagórica fundó las bases del pensamiento abstracto de la filosofía.
Los filósofos de Elea
Tenemos a Jenófanes quien nació en Colofón, en Asia Menor; empero, tras estallar las guerras médicas abandonó este lugar y marchó a otros lares pasando mil y una aventuras. Se opuso terminantemente a los dioses de la mitología popular, pues para él dios no tenía apariencia, ni pensamientos, ni nada parecido a los mortales. Según él la divinidad debía ser el alma del mundo sosteniendo el universo con la fuerza de su espíritu, y era omnipresente, de lo contrario, ¿qué sentido tenía ser la divinidad suprema? Para él dios es una fuerza personal, presente en todas partes, conforma una unidad. También fue padre de una escuela filosófica nacida en Elea. Entre sus discípulos tenemos a Parménides, y al igual que su maestro distingue entre pensamiento filosófico y vulgar, pero difería de Heráclito, considerando la diversidad y variedad de los fenómenos naturales y simples apariencias, como “el no ser” por oposición a la realidad única y verdadera, la realidad interna “el ser”, que es inmutable. El “ser” no tiene principio ni fin, ni tampoco cambia de aspecto ni de lugar. “El ser es y el no ser no es”.
Y En efecto no hay cambios sino que muchas veces los sentidos son los que nos engañan. El “no ser” es un mundo de apariencias del cual no podemos adquirir un conocimiento firme y estable; o sea sólo gracias al pensamiento lógico podemos conocer algo, “pensar equivale a existir”. Hasta ese momento Parménides se coronaba como el más abstracto de los filósofos de su época, y no sería el último, de hecho para la filosofía ya no había vuelta atrás. El ser era objetivo y absoluto, ni bien se le colocaba la menor particularidad se colocaba a dicho ser en el mundo de los sentidos y se le hacía partícipe del “no ser”. Tuvo éste un discípulo llamado Zenón, quien luego de entrometerse en política, por esos avatares de la vida, fue condenado a muerte. Zenón llegó a ser el maestro de la dialéctica, el arte del razonamiento lógico y se valió de ellos para defender a Parménides.
Empédocles, Anáxagoras y Demócrito
Empédocles de Agrigento era de la alta sociedad. En su ciudad, debido a su sapiencia se le consideraba una persona capaz de curar enfermedades y vaticinar el porvenir. Se encargó de sintetizar las teorías de Tales, Anaxímenes y Heráclito, sumando los elementos agua, aire y fuego, un cuarto: la tierra. Su teoría estaba basada en los cuatro elementos, alegando que los objetos y organismos surgen de esos cuatro elementos, y cuando estos se separan viene la llamada muerte o desaparición. El nacimiento vendría a ser por lo tanto la mezcla de estos cuatro. La fuerza que une es el amor, la que separa el odio, principios básicos de todo lo que se mueve y desarrolla bajo el sol (en sentido figurado hablamos). Otra vez plantea que las fuerzas antagónicas se disputan el mundo.
Luego tenemos a Anaxágoras quien nació cerca a Esmirna estableciendo cuando tenía 40 años en Atenas introduciendo la filosofía y la ciencia en el Ática. No se conformó con los cuatro principios planteados por Empedócles, sino que creía en la existencia de una infinidad de ellos que denominó “simientes”. Por todas partes se encuentran corpúsculos, elementos muy pero muy pequeños e imperceptibles a simple vista. Todo, como el cuerpo humano, está compuesto de tales cosas. Respecto a lo que decía Empedócles con respecto al amor y el odio, Anaxágoras le atribuye un poder que se llama nous, algo así como inteligencia o espíritu, el nous es lo perfecto, lo absolutamente puro, conmueve la masa elemental del movimiento turbulento y perpetuo que disocia las diferentes cosas. Finalmente tenemos a Demócrito, autor de la teoría de los átomos, nacido en Abdera, Tracia, pasó su vida en Atenas, y planteó la historia de los átomos y el espacio vacío o puro. Átomo significa indivisible, es decir, como el anterior, creía que todo estaba compuesto por corpúsculos pequeños que no tienen ni gusto ni forma ni pueden ser percibidos por los sentidos, y que difieren por su forma y peso. Desde siempre, para él, los átomos se mueven en el espacio vacío y algunas veces entras en colisión y causan un movimiento turbulento, y así se permite la creación de un mundo por ejemplo. Rechazó el nous de Anaxágoras, nada existía fuera de los átomos y del espacio, cayendo en un franco materialismo, y el mundo de la causalidad. No negaba la existencia de lo metafísico y espiritual, pero sí la diferencia entre lo espiritual y material. Para él el alma era un conjunto de átomos, diferenciándose estos con los del cuerpo en cuestiones de ligereza y dinamismo, es todo. El primer materialista se lleva también el premio a ser el fundador de la ética, diferenciándose con todos sus antecesores que mezclaban esto con religión. La ética para él debe liberarse de la autoridad de los mitos, para él el modo de vivir más digno es “conservar el equilibrio espiritual”, y para conseguirlo se debía “no gozar de lo transitorio, abstenerse del placer sensual y de cuanto pueda perturbar la paz del alma, como la ambición, la aversión, envidia, odio”. Nuestros sentidos sólo nos proporcionan el placer de un solo instante, cuando éste ha pasado, renace el deseo, y así sucesivamente. No se debe sobrepasar el deseo o se transformara en aversión, además para él la codicia es más penosa que vivir en la mayor pobreza.
Así entonces una buena conciencia es condición para el equilibrio espiritual y de ahí nacen las virtudes, como veremos, estamos hablando del pensamiento griego. La paz del alma para Demócrito generará una buena conciencia, y nada malo o bueno depende de las circunstancias, sino de los humanos; sólo los más sabios huyen del mal por respeto a sí mismos y hay que hacer el bien porque es nuestro deber, no por temor a cualquier castigo; con estas premisas se coronaba como una de los pilares de la ética y la moral griega y occidental…aunque a veces esto suene muy teórico y nada práctico teniendo en cuenta las desgracias de la historia occidental.