Filth

Publicado el 29 octubre 2014 por Srinterrogante

Para algunos el problema con Filth, la última cinta de Jon S. Baird, es lo alargado de la sombra de Trainspotting. La película de 1996, dirigida por Danny Boyle y protagonizada por Ewan McGregor, parece haber supuesto un muro para cualquier otra adaptación de una novela del escocés Irvine Welsh y resulta tan icónica que solo el recuerdo de su magnífica secuencia inicial sirve para que alguno se dé por satisfecho y no necesite saber más sobre la droga y Edimburgo, sobre Edimburgo y la droga.
Sin embargo, si cambiamos el ángulo obtuso por uno con menos prejuicios, tal vez Filth nos sorprenda. Ya para empezar consigue realizar un logro por partida doble: convertir Edimburgo y a James McAvoy en algo que no son.
A la primera, a la ciudad, la convierte en un lugar inhóspito y gris, lo cual si uno ha pasado el suficiente tiempo sabe que no es del todo cierto: la capital escocesa brilla por su ambiente amable y sus acogedores habitantes. A McAvoy, elegante actor escocés de treinta y cinco años, el hijo que toda madre querría, lo transforma en un hombre de aspecto mayor, violento y sucio. Sucio por fuera, sí, pero también por dentro como pocos hemos visto. Tal vez esta sea su mejor película hasta la fecha. 

A la cinta le favorece el tratar la locura y el trastorno de su personaje principal con un estilo y un tacto más acercado a la obra del artista Francis Bacon (que para lástima de esta analogía es Irlandés y no Escocés) y le perjudica la estética deformada y grotesca más cercana al cine de Terry Gilliam (americano), por un simple efecto de saturación en el espectador. Se crece con su banda sonora, reunida de manera adecuada por un director que huye del videoclip en el que Danny Boyle hubiese convertido cada escena. Finalmente cuenta con un reparto de caras relativamente conocidas (desde Jamie Bell hasta Kate Dickie, la Lysa Arryn de Juego de Tronos) que añaden mucho humor y legitiman alguna que otra escena ligeramente fuera de lugar.
En una frase: Trainsqué?