Este viernes John S. Baird estrena en los cines su nueva película, Filth, adaptación de la novela de Irvine Welsh, autor de otras obras como Trainspottingque también fue llevada al cine de la mano de Danny Boyle.
Siguiendo la línea de las anteriores novelas de Welsh, Filth nos envuelve en una comedia negra donde predominan todo tipo de excesos (alcohol, drogas, sexo, etc), manteniendo al espectador en todo momento en un constante bucle de violencia. Así pues, predeciblemente, este ritmo tan brusco continúa creciendo según avanza la trama hasta llegar a un punto de inflexión, en el que lo habitual sería que el personaje principal recapacitará y tomará la mejor decisión para él mismo.
El escenario de la trama nos sitúa en una comisaría de policía de Edimburgo (Escocia), donde se puede apreciar una imagen bastante tradicional. Con la simple idea de un ascenso en la oficina, Baird nos introduce a los personajes de la historia. El elegido como personaje central es James McAvoy que, abandonando al profesor Xavier de X-Men, representa a Bruce Robertson, un policía con una sarcástica locura escocesa donde su principal objetivo será ese ascenso y hará todo lo posible por conseguirlo. La personalidad de Robertson se trata de una mezcla explosiva combinando su astucia con egoísmo y esas adicciones con una tristeza interna.
El resto de personajes se definen como si se tratará de una descripción satírica de Woody Allen, mostrando las mejores imperfecciones de cada uno de ellos. Con el fin de conseguir el ascenso, Bruce aprovechará esas imperfecciones, manipulándolos a la vez que se entromete en sus vidas para más tarde sacar sus trapos sucios. Este tramo de la película puede llegar a ser pesado debido al exceso de escenas con un contenido similar. Un ejemplo es la escena cuando Bruce decide dejar en evidencia a Lennox (Jamie Bell) y plantea que todos los chicos de la comisaría escanean sus respectivos penes para ver quién tiene el más grande.
6,5/10