Más allá de la piratería hay una cuestión primordial que preocupa a artistas y distribuidoras: que se filtre un disco en al red antes del lanzamiento. Y es que en la mayoría de las ocasiones es muy difícil localizar a la persona o personas detrás de la filtración, limitando enormemente el ámbito de actuación de la justicia y las compensaciones potenciales por el lucro cesante tras la filtración.
Sin ir más lejos, en lo que llevamos de año ya son unas cuantas las filtraciones de discos que han causado bastante revuelo. Vulnicura de Björk, el último disco de Steven Wilson, Hand. Cannot. Erase., que acaba de aterrizar en las tiendas, o el último disco de Madonna son algunos de los ejemplos más representativos de estos últimos meses. Y es precisamente de este último, cuya filtración se producía principios del este mes, es el protagonista de esta historia.
Frente a la creencia popular, la rentabilidad de filtrar un disco es nula
El resultado es que la persona que filtró el disco ha sido acusada con cuatro cargos por ser presuntamente el responsable de colgar en la red Rebel Heart de Madonna. Ari Lederma, que así se llama y que por suerte o por fortuna es más o menos conocido en la televisión israelí por haber participado en la versión local de A Star Is Born, ha sido acusado de acceder ilegalmente a un ordenador, revelación de secretos corporativos, infracción de derechos de autor y obstrucción a la justicia… todo ello por filtrar el disco de ‘Rebel Heart’ y en un tiempo récord de apenas 3 semanas.
Lo más relevante de todo es que, la filtración que puede llevar a este israelí a prisión más de cinco años, apenas le aporto unos cientos de dólares llegando a duras penas a los 1000 dólares, puesto que una vez accedió a las cuentas en la nube de la productora, las vendió a otros dos cómplices que filtraron la demo de Rebel Heart. En este sentido, parece que fue capaz de acceder al contenido alojado en la nube a través de las cuentas del manager de Madonna, del ingeniero de sonido y de su director musical.
Este caso pone de relieve la nula rentabilidad que genera a los que filtran discos musicales respecto de otro tipos de contenido, que según parece, no merece la pena dado el riesgo que se corre de ir varios años a la cárcel. Sin ir más lejos, hace unos años eran detenidas dos personas en España por filtrar el último disco de Extremoduro y una de las canciones más populares del anterior disco de Madonna. Y algo me dice que no serán las últimas.