Este fin de semana ha habido un poco de todo. Una de cal y otra de arena. Pero siempre, con muchísima actividad, como todos mis fines de semana. Es que, si me quedo quieta, igual me da un algo, ¿sabes? Así que, por si las moscas, mejor moverse.
Ya os he comentado que el cari y yo estamos en un baile de diablos (o colla -decimos en catalán- de diablos), y el sábado estábamos invitados al 30º aniversario de la peña de diablos de Terrassa, y allí que nos fuimos.El día se las prometía muy felices: treinta peñas invitadas a la fiesta, una por año que cumplían los anfitriones (contad que, como mínimo, cada peña puede contar con un mínimo de 20-30 personas), y muchísimas ganas de fiesta y pasarlo bien; se iban a llevar a cabo diferentes actividades, a saber: una exposición de los vestidos de diablos de las peñas participantes, una timbalada conjunta (los bailes de diablos suelen ir acompañados de un grupo de timbales -tabals, los llamamos aquí-), un correfoc y, finalmente, una cena de “hermandad” para todos los participantes, organizada por los anfitriones.
Aquí os pongo el vídeo de un trocito de la timbalada. A mí no me veréis, porque el vídeo está grabado desde el lado opuesto de la plaza; pero en el fondo a la izquierda, se ve a un grupo de personas con camisetas de color lila. Yo estoy ahí.
Al principio los organizadores decidieron hacer un parón de 20 minutitos, a ver si escampaba, y podíamos terminar la celebración, hacer el correfoc y luego cenar todos juntos. Pero allí ni escampaba ni nada. Con lo cual, imaginaos: conforme la lluvia apretaba nos íbamos replegando, corriendo como alma que lleva el diablo (que me viene que ni pintá la expresión) hacia el punto de encuentro de todas las peñas. Y llovía, llovía, llovía, no ha parado de llover… como decía la canción de Maná.
Cuando decidimos marcharnos, porque no dejaba de llover, no sabían ni siquiera si iban a poder organizar la cena, porque tenían pensado hacer algo tipo BBQ, pero claro… con la que estaba cayendo…
A mí me supo muy mal (a todos, creo, aunque por lo que he podido saber, hubo algunos invitados que se lo tomaron a mal: como si uno pudiese manejar las inclemencias del tiempo a su antojo, ¿sabes?): coordinar a tanta gente es complicado, y tener que anular un acto de esa envergadura por la lluvia tiene que ser descorazonador.
Llegamos a casa calados hasta los huesos; además, el calzado que se lleva en estas peñas son zapatillas de esparto… no hace falta que os diga más, ¿verdad? Con lo cual llegamos los dos, cansados, empapados y bastantes desanimados por haber tenido que cancelar. Hoy hemos sabido que consiguieron celebrar la cena, y dar un recordatorio a las collas participantes que aguantaron hasta el final (¡campeones!)
La parte positiva, porque a todo hay que verle el lado positivo, es que los organizadores han enviado un e-mail a todos los participantes advirtiendo que “esto no va a quedar así”, con lo cual sabemos que nos volverán a convocar, para que nos desquitemos todos, y ellos puedan celebrar treinta años de vida del baile de Diablos.
Lo espero con ansia…