El tiempo pasa volando. No hace tanto que os contaba cómo había ido el primer trimestre escolar del peque. Sus notas fueron muy buenas, su comportamiento, su actitud, su integración. Acabamos el año contentos y con muy buenas sensaciones del colegio, de su profesora y del grupo en general.
Y sin darnos cuenta hemos llegado al final del segundo trimestre, nuevas vacaciones, nuevas notas. El niño ha ido madurando mucho, casi sin darnos cuenta. Ha cumplido cuatro años y se ha convertido en un hombrecito seguro de sí mismo, aplicado, buen amigo. Es un buen niño, generoso, cariñoso, amable, aunque conserva el mismo genio con el que nació y a veces me sigue dejando un poquitín en ridículo.
Todo ello se ha dejado ver en el colegio y ha ido mejorando y progresando. En las notas anteriores la recomendación de su profesora era que trabajásemos para que fuera más autónomo. Hemos hecho lo que hemos podido, pero casi todo vino solo, por la propia madurez del niño, las rutinas escolares, la constancia tanto en casa como en clase.
El resultado, según palabras de su profesora: "Ha dado un gran cambio en todos los aspectos. Trabaja solo, es aplicado, tiene buen comportamiento y se relaciona bien con su scompañero/as. Progresa adecuadamente".
Como recomendación: "Debe mejorar un poco más el control y la presión de la mano".
Para mi son unas notas fantásticas. Todos los ítems trabajados están en color verde (óptimo) y los comentarios de su tutora son maravillosos.
Mi hijo evoluciona, mejora y aprende. El colegio se ha convertido en un lugar que aprecia y echa de menos. De hecho hoy preguntaba pesaroso cuándo volvería a clase. Quién me lo hubiera dicho hace un año cuando ya había echado la matrícula y temía lo que sucedería por estas fechas. Nunca hubiera esperado un resultado tan satisfactorio, para él y para nosotros como padres.
El tiempo pasa y nos enfrentamos al tercer y último trimestre del curso. No queda nada, todo ha pasado tan rápido. Recuerdo cuando era niña, qué lento se hacía el curso, qué despacio pasaba el invierno, ¿lo recordáis?. Un curso era una eternidad, el tiempo de un verano al siguiente era interminable. Ahora los días vuelan, nos faltan horas, los meses pasan sin darnos cuenta. Cuánto cambia todo cuando nos hacemos adultos.
Las vacaciones eran esperadas, por todos, le estaba costando mucho madrugar, las tardes de parque ya eran muy largas y un descansito para retomar fuerzas era necesario, no solo para él, sino para nosotros también. Pero a cambio llega el mal comportamiento, no entiendo muy bien por qué. No eran ni las 11 de la mañana de hoy cuando ya llevabamos unos cuántos lloriqueos y tontunas. ¿Aburrimiento?, lo dudo, no ha dado tiempo!!, ¿mamá no le hace caso?, puede ser, pero lo único que hice fue ducharme mientras él desayunaba con su peli de dibujos. Esto es lo que me deja sin fuerzas. Será porque llevo muchas rabietas encima, será porque llevo unas semanas de actividad demasiado intensa, será porque duermo poco, será, será, será,...., será que mis reservas de paciencia y buen rollo están en números rojos. O será simplemente que estoy al borde del colapso mental. ¿Exagerada?, seguro, pero la primavera no es la época del año que más me gusta, y creo que me he excedido en cositas para hacer.
Afortunadamente la playita nos espera, unos días de sol, aire de mar, cambio de aires y tranquilidad. Pero me llevo el portátil :) la vida en la red es un descanso y qué haría yo sin todos vosotros.