Si hay alguien que todavía no se ha enterado de que la final de la Champions League, a celebrar en Lisboa el sábado 24 de mayo, va a enfrentar a dos equipos españoles que levante la mano. ¿Nadie, verdad?.
La final de la Champions es siempre un gran acontecimiento, pero este año lo es en especial porque solo es la tercera vez en 59 ediciones que juegan la final dos equipos del mismo país, y encima de las tres finales con país único España ha protagonizado dos, la del año 2000 entre el Real Madrid y el Valencia y la de este año. La otra final a país único fue italiana en el 2003 entre Mílan y Juve.
Seguramente hay más de un culé que lleva un cabreo notable, pero afortunadamente yo todavía soy de los que se toman el futbol como un juego y creo que no he contribuido demasiado a que se haya alargado el refrán catalán que dice “Barcelona es bona si la borsa sona…” añadiéndole el estribillo “…i el barça guanya”. Como que me lo tomo con tranquilidad puedo alegrarme, incluso mucho, de que dos equipos españoles estén en la final, porque aplicando el sentido común es fácil deducir que si el Barça juega la liga española y ha quedado descolgado de la competición en semifinales por uno de los finalistas, ambos de nuestra liga, no hay duda que el aporte de prestigio para nuestra competición, nuestro futbol y sus clubes es inmensa. Los problemas del Barça los hemos de solucionar los culés, y cabreos no es lo que le hace falta al club en este momento.
Además, por primera vez en la historia de la competición la final es entre dos equipos de la misma ciudad, razón por la que se ha de dar la enhorabuena a todos los aficionados al futbol de Madrid, incluidos los del Rayo, y en la final que gane el mejor… y si puede ser que sea el Atleti.