La caída del dictador Marcos, la instauración de la democracia y la llegada al poder de Corazón Aquino ofrecieron nuevas perspectivas para la paz. Tal vez Aquino no fuese una buena Presidenta, pero era muy consciente del poder de la imagen. El 6 de septiembre de 1986 fue hasta Jolo para encontrarse con Misuari e invitarle a retomar las negociaciones de paz. El 3 de febrero de 1987 el Gobierno de Filipinas y el MNLF firmaron en Jeddah un acuerdo para continuar las negociaciones y eso fue todo lo lejos que llegaron.
Las negociaciones se rompieron a propósito del plebiscito y las mayorías necesarias y el Gobierno filipino comenzó a aplicar la autonomía según sus propias condiciones. La autonomía echó a andar en 1990, pero era una autonomía que quedaba muy por debajo de las aspiraciones del MNLF, con cuya opinión no se había contado. En mi opinión, Corazón Aquino subestimó lo difícil que resultaría tramitar el proceso en su propio Congreso. A eso se añade que su presidencia estuvo marcada por las asonadas militares y la necesidad de estar permanentemente echando un ojo a las Fuerzas Armadas.
La elección de Fidel Ramos a la presidencia en 1992 supuso un cambio radical. Fidel Ramos había sido general y sabía cómo mantener controlado al Ejército. De hecho si Corazón Aquino pudo terminar su mandato fue gracias al apoyo de Ramos en tanto que Ministro de Defensa.
Ramos tomó como base para las negociaciones el Acuerdo de 1976, que en su día había recibido el beneplácito de la OCI. Ramosentendía que la única manera de asegurar la paz en Mindanao era incorporar de alguna manera a Misuari en la administración de la región autónoma musulmana. Misuari, por su parte, es probable que después de tantos años de guerra y decepciones, tuviera ganas de descanso y de tocar poder. Sobre todo de tocar poder.
El Acuerdo de Paz se firmó en junio de 1996. El acuerdo preveía una primera fase que duraría tres años y en la que se fomentaría la confianza entre las partes. En la segunda fase se concedería una autonomía sustancial a la región, que abarcaría la superficie acordada en su día en Trípoli. El acuerdo dejó muchos cabos sueltos y no incorporó a los cristianos, que también eran parte interesada. Otros a los que no incorporó fue a los miembros del MILF, que en lo militar estaban empezando a ser más relevantes que el MNLF. El Gobierno había optado por negociar separadamente con el MILF, negociaciones que acabarían fracasando.
El acuerdo tenía sus fallos como he indicado y algunos de los miembros del MNLF no veían claro lo que iban a obtener a cambio del abandono de la lucha armada. Misuari se empecinó porque sí que lo veía claro: el puesto de gobernador de la Región Autónomadel Mindanao Musulmán (ARMM). Sí, mi impresión es que a esas alturas del partido, la perspectiva de tocar poder le había engolosinado.
Misuari descubriría que gobernar es mucho más complicado- y más aburrido- que combatir o que negociar. Todos los testimonios que he leído lo describen como un administrador mediocre, en el mejor de los casos. La burocracia y las rutinas le aburrían. Era además de ésos que idean proyectos grandiosos, cuando los proyectos que de verdad mejoran la vida de la gente, suelen ser proyectos pequeñitos y aburridos. Como ocurre con muchos líderes narcisistas, escogía a sus subordinados no en función de sus méritos sino de lo bien que le caían. Así, un oftalmólogo terminó siendo el Ministro de Agricultura de la ARMM y un instructor de kárate, jefe de un gobierno local. Misuari, además, se pasó buena parte de su mandato fuera de la ARMM, entre viajes a Manila (en Filipinas ningún político provincial debe olvidarse de que la sede del poder donde hay que ganarse voluntades, está en Manila) y al extranjero, que se ve que después de tantos años de exilio le había cogido querencia. Viajar está bien porque amplía horizontes. Está menos bien cuando hace que uno deje la casa sin barrer y los viajes se comen una parte importante del presupuesto.
Para 1999, la mala gestión de Misuari era tan clamorosa, que algunos en su círculo quisieron moverle la silla. El problema era cómo hacerlo sin provocar un cataclismo en el seno del MNLF, ya que Misuari seguía siendo su imagen de cara al exterior. Misuari, viendo venir la jugada, hizo uso de sus encantos (parece que se maneja bien en las distancias cortas y no le falta carisma), desmanteló la conspiración y convenció a sus promotores que él seguía siendo el alma del Frente. Aun así, la herida se cerró en falso y algunos líderes, como Muslimin Sema o Parouk Hussin, no aceptaron la situaciónDos años después, a mediados de 2001, Mulimin Sema, que era el alcalde de Cotabato, Hatimil Hassan, que lo era de Basilan, y otros trece líderes formaron el Comité Ejecutivo del MNLF, cuyo liderazgo arrebataron a Misuari. El motivo que adujeron fue que le habían perdido la confianza a Misuari. Y el que no adujeron fue que estaban hartos de sus métodos personalistas y autoritarios.
El mandato de Misuari como gobernador estaba a punto de concluir y éste veía que no iba a poder optar a un segundo período. Además no había conectado con la Administración de la Presidenta Macapagal-Arroyo, en el poder desde enero de 2001. La situación pintaba color de hormiga y Misuari optó por la típica solución del narcisista megalómano: tirar por la calle de en medio y después de mí, el diluvio; ya les demostraría él que no era alguien a quien se pudiera marginar, él tenía que estar en el centro de cualquier solución al problema moro.
En noviembre de 2001, alegando que el Gobierno de Macapagal-Arroyo había incumplido los compromisos del Acuerdo de Paz de 1996, Misuari lanzó incursiones contra varios cuarteles del ejército y comisarías de policía en Jolo y Zamboanga. Los ataques pueden verse como la rabieta de un narcisista porque le habían quitado su carguito y quería demostrar que todavía contaba. Murieron 113 personas, pero supongo que eso le resultó indiferente.
Fracasados los ataques, que desde el comienzo fueron bastante descabellados, salió huyendo al extranjero, algo de lo que ya tenía experiencia. En este caso su destino fue Malasia, pero las cosas habían cambiado y los malasios lo entregaron a los filipinos. Los siguientes seis años se los pasó en una cárcel de Laguna, en una celda que originalmente había sido pensada para el ex-presidente Estrada. Pequeño consuelo para su ego.
Para 2007 su suerte empezó a cambiar. Su vieja mentora, Libia, empezó a maniobrar para que el MNLF recobrara su unidad y que Misuari volviera a liderarlo. Por su parte, la Presidenta Gloria Macapagal-Arroyo se había embarcado en negociaciones de paz con el MILF y descubrió que le resultaba más conveniente tener a Misuari fuera de la cárcel que dentro. Se le retiraron los cargos de sedición y rebelión y en abril de 2008 le soltaron.
Los viejos revolucionarios, al igual que los viejos rockeros, nunca mueren, pero hay veces que cuando se deciden a volver a los escenarios dan más pena que otra cosa. Eso fue lo que ocurrió con Misuari. Su puesta en libertad no sirvió para devolverle la cohesión al movimiento. Misuari mantuvo un perfil relativamente bajo, lo que puede atribuirse a que se sintiera superado por los acontecimientos. El MILF había reemplazado al MNLF como la principal fuerza insurgente en Mindanao y para el Gobierno filipino, que había entrado en negociaciones de paz con él, los muchachos del MILF eran mucho más relevantes que los del MNLF que empezaban a estar un poco démodés.
En mayo de 2013 Misuari, en un intento de masajear su ego herido y mostrar que seguía siendo alguien se presentó a las elecciones al gobierno de la ARMM, a ver si se habían olvidado de su mala gestión. Y parece que los votantes no se habían olvidado: quedó en tercera posición con un paupérrimo 12,9% de los votos.
Con el MNLF dividido, con un MILF que había firmado un acuerdo marco de paz con el Gobierno, con su mentor Gaddafi muerto y con su impopularidad constatada en las elecciones, las opciones de Misuari parecían reducirse a jubilarse o suicidarse, opciones que ningún narcisista que se precie contemplaría. Misuari optó por la huida hacia delante, aunque el camino hacia delante estuviera sembrado de cadáveres.
El 9 de septiembre de 2013 un grupo de leales de Misuari intentó alzar en el ayuntamiento de Zamboanga la bandera de la República de Bangsamoro. La cosa es tan chusca que hasta habría tenido su gracia si no fuera porque los combates entre el Ejército y los pirados seguidores de Misuari duraron tres semanas y provocaron unos 1300.000 desplazados. Por cierto que, irónicamente, en las partes más afectadas por los combates y donde los residentes sufrieron más, los musulmanes eran mayoría. Bueno, ya sé que eso se la suda a Misuari.
Las huidas hacia delante casi nunca terminan bien. Al término de los combates en Zamboanga, Misuari se encontró fugitivo y más aislado que nunca, con un gobierno que se niega a negociar con él y amplios sectores del MNLF, que está más dividido que nunca, que miran hacia otra parte cuando se les pregunta por Misuari. Todo apunta a que Misuari ha llegado al final del trayecto y finalmente debería mirar de frente a la realidad y asumir que tiene que jubilarse o suicidarse.