Finca Narbona

Por Lourdes Dávila
La granja Narbona de Carmelo ofrece un poco de todo: bodega boutique de vinos y grappa, restaurante de picadas y pastas, posada con tres habitaciones y despensa de los productos de la firma vinos, pero también aceite, yogur, galletitas, fideos, y más, con un logrado packaging retro.

El restaurante, un viejo almacén de ramos generales devino en referente gastronómico, donde la cocina de campo gourmet potencia el ambiente mágico y el espíritu de familia. Materias primas deliciosas se mezclan con elementos naturales y dan como resultado una experiencia sensorial inolvidable y exclusiva.Estas construcciones estan rodeadas por viñedos de Pinot Noir, Chardonnay y Tannat, y en el lugar hasta el mínimo detalle de decoración parece haber sido cuidadosamente elegido. Historia
La estancia conserva muros históricos que datan de la primera mitad del siglo XVIII cuando llegó a establecerse en estas tierras el aragonés Juan de Narbona, quien se dedicó a la cría de ganado y, más tarde, a la explotación de cal, de la que proveía a Buenos Aires. Esta actividad lo llevó a ser uno de los principales partícipes en la edificación de la iglesia del Pilar, en Recoleta, y de la iglesia de Santa Catalina de Siena, muy cerca de allí. 

En Carmelo, Narbona levantó, con un estilo similar, el casco de su estancia, del que aún quedan detalles originales.

En 1909, don Vicente Bogliacino, reconociendo en el clima y en el suelo de la zona el potencial para hacer buen vino, comenzó el cultivo de vides en el terreno que había pertenecido a la vieja Estancia Narbona. 

Casi noventa años más tarde, el rumbo de la producción cambió hacia la elaboración y exportación de vinos de alta gama. A esta actividad se sumó la del tambo y la quesería cuando, en 2001, la familia Banchero, dedicada desde principios del siglo XX a la elaboración de quesos artesanales, se asoció con la finca y granja Narbona.