“Nació en la miseria, en la favela de Jacarezinho, pero desde niño ensayaba la firma para los muchos autógrafos que iba a firmar en la vida. Trepó a la fama sin pagar los impuestos de mentira obligatoria: este hombre muy pobre se dio el lujo de hacer lo que quería y siempre dijo lo que pensaba sin pensar lo que decía”. Lo escribió Eduardo Galeano, en aquellos días del Mundial ’94, cuando el personaje de esta historia era un goleador serial. Pasaron casi 20 años desde los gritos en la red y su contenido está intacto. Ya no tiene el envase de delantero, lo cambió por el diputado nacional, pero su esencia mantiene los ingredientes de siempre. Nada de hipocresía. Nada de respeto al poder. Nada de temor. Por eso, Romario volvió a decir lo que piensa, sin pensar lo que dice, y lanzó sus críticas: “El verdadero presidente de Brasil hoy se llama FIFA. Ella viene, monta el circo, no gasta nada y se lo lleva todo”.
Electo legislador de Río de Janeiro por el Partido Socialista en octubre de 2010, Romario hundió rápido su interés en la Copa del Mundo del próximo año. Uno de sus principales triunfos fue haber logrado la entrega de 32 mil entradas gratuitas para discapacitados. “Quería garantizarle una conquista a esa parte de la sociedad”, dijo el Baixinho, padre de una hija con Síndrome de Down y miembro del Frente Parlamentario de Defensa de las Personas con Deficiencias. Y ahí, en medio de su éxito personal, soltó un aviso a la FIFA y la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF): “No cambio de lado. Soy diputado federal y seguiré fiscalizando la organización del Mundial”.
Ese mensaje de Romario continuó en cada entrevista. Dijo en marzo de 2012: “Esta payasada va a empeorar cuando falte un año y medio para el Mundial. Lo peor está por venir porque el Gobierno dejará que ocurran las obras de emergencia, las que no necesitan licitaciones. Ahí va a ocurrir el mayor robo de la historia de Brasil”. Y hace algunas horas, nomás, le dio continuidad a ese mensaje. “Nos están tomando el pelo. Se trata de mearse en nuestro dinero, con el dinero de la gente. La falta de escrúpulos es una falta de respeto”, dijo el ex futbolista. Sus palabras sonaron mientras miles de manifestantes reclamaban mejores servicios públicos y menos gastos para el Mundial del próximo año.
En el tablero verde, las definiciones de Romario eran contundentes. Letales. Como el mensaje que le dedicó a Pelé, que había pedido el fin de las protestas en Brasil. “Que se calle la boca. Prometí nunca más hablar de Pelé, porque habla tanta mierda cada día. No tiene conciencia de lo que está pasando en el país”, aseguró el Baixinho. Y dejó, una vez, cifras precisas. Directas al inconsciente colectivo de Brasil y los críticos de la Copa del Mundo. “El dinero en los estadios podría haberse utilizado para proporcionar 8.000 escuelas nuevas, 39.000 autobuses escolares o 28.000 complejos deportivos en todo el país”.