La mala educación
Me imagino que es bastante alagador y honroso para un director novel que alguien le atribuya a su manera de hacer cine un cierto parecido con algún otro director con más trayectoria y prestigio. Sin embargo, hay comparaciones de las que se pueden sustraer otras opiniones no tan dignas de elogio. Precisamente, con su segunda película, Fish Tank (2009), que ha ganado entre otros premios el del Jurado en Cannes, a la directora británica Andrea Arnold se le ha empezado a asemejar con Ken Loach, el director del realismo social por antonomasia, algo que de antemano es por lo menos digno de un merecido interés, sobre todo recordando una de las películas más serias y, a la vez, más simpáticas, del director inglés, como es Riff-Raff (1990). Pero una vez vista la película de la señora Arnold, he de decir que sí es verdad que la directora, en parte, ha conseguido un realismo convincente pero acercándose en un principio al lado que menos me gusta de Loach (por no decir el que más detesto), cuando se pone a retratar de manera tan realista (por no decir exagerada) la vida de algunos personajes perdidos, sin trabajo, que no paran de beber ni fumar, y que encima no tienen la más mínima educación. Está claro que en muchos barrios y lugares del mundo esa es la cruda realidad, en eso estoy de acuerdo, pero no me vale que eso se me muestre todo el rato delante de la cámara y que encima se piense que me vaya a interesar algo por esos personajes tan histéricos y frenéticos, como en la insoportable Ladybird, ladybird (1994).
Sin ir más lejos, la protagonista de Fish Tank es una joven de quince años llamada Mia (primer papel de Katie Jarvies) que lo único que hace es bailar breakdance, estar de mala uva con su hermana menor y su madre (las tres se gritan y se soportan poco), con sus constantes contestaciones de mal gusto y su manera de pasar de todo el mundo. Con eso, el espectador más desconfiado no puede dejar de pensar qué es lo que deparará en la hora y tres cuartos que quedan, suspirando a que pase algo que haga cambiar la premisa inicial. Suerte que ocurre. Aparece un nuevo personaje que poco a poco hará que la historia coja otro rumbo mucho más interesante que el planteado al inicio (visto además infinidad de veces en otras películas independientes). Ese personaje no es otro que el amante de su madre (bien interpretado por Michael Fassbender), un tipo de unos treinta y pico tacos que parece suscitar en Mia una incipiente atracción sexual. Ese sentimiento que empieza a tener por el amante provocará una manera de actuar en Mia un tanto diferente, aunque, por supuesto, sin olvidar su mal vocabulario. Y con eso gana la dirección de Arnold, ya que sabe seguir a su protagonista con cámara en mano, logrando buenos planos, sobre todo cuando son nocturnos, y jugando de manera muy acertada con la fotografía.
Y es que esta directora sabe crear a las mil maravillas imágenes sugerentes con marcados contrastes, algo que ya dejó bien claro en su debut cinematográfico, Red Road (2006). Arnold sabe perfectamente lo que quiere mostrar y cómo lo quiere mostrar, consiguiendo que el espectador se hipnotice con bellas imágenes, destacando casi siempre una luz crepuscular, utilizando su mejor baza con los gestos que obtiene con primeros planos o con detalles que deja fluir en cámara lenta. Sin el talento para recrear esas sensaciones, Arnold no hubiera conseguido mucho más que una historia reiterativa y pesada. Pero tiene suerte de separarse rápidamente de ese inicio poco prometedor para desarrollar una relación que el espectador se da cuenta que puede dar buenos frutos, apoyada por una puesta en escena más que correcta. A esto se le une alguna sorpresa que otra en las últimas secuencias de la película, trastocando bastante al espectador.
Lo que también ha conseguido Arnold con creces es una buena actuación de su protagonista, Katie Jarvies, cuyo primer papel en el cine ha sido este personaje complejo y difícil de interpretar por los varios matices que contiene. También la directora obtuvo una pausible interpretación con la protagonista de su anterior trabajo, Kate Dickie, siendo estos dos personajes bastante parecidos, en cuanto a lo perdidos y solitarios que se encuentran en su demasiado insípida vida. Mismamente, fish tank significa pecera, dando a entender que es una metáfora del estado en que se encuentra la protagonista de esta película, totalmente inadaptada, dentro de un espacio del que se siente agobiada, con falta de cierta libertad. De ahí que desde el inicio de la historia se empeñe en salvar a una yegua cuyos dueños la tienen encadenada a una piedra.
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