Five: un nuevo mundo en las manos de cinco extraños

Publicado el 06 mayo 2010 por Fantomas

“Five” (1951), es un drama de ciencia ficción del director Arch Oboler, la cual está protagonizada por William Phipps, Susan Douglas, James Anderson, Charles Lampkin y Earl Lee.


El mundo queda destruido por una hecatombe nuclear. Sólo cinco personas sobreviven: una mujer embarazada (Susan Douglas), un neo-nazi (James Anderson), un afroamericano (Charles Lampkin), un anciano (Earl Lee) y un derrotista (William Phipps) que ve en esta catástrofe una oportunidad para empezar de nuevo.

En 1945, tras los ataques nucleares que sufrieron las ciudades niponas de Hiroshima y Nagasaki, el miedo al poderío atómico se apoderó de la población mundial. El Séptimo Arte no tardaría en retratar ese miedo, planteando en muchas ocasiones parábolas en clave de ciencia ficción sobre los efectos que podría causar la radioactividad, los cuales si bien no eran del todo conocidos, resultaban aterradores debido a lo vivido en Japón.

Por lo general, el cine de la época reflejó esas especulaciones por medio de películas sobre mutantes, seres humanos que cambiaban su condición o, sobre todo, animales que se transformaban en monstruos para suponer un riesgo para la población mundial. Sin embargo, otros realizadores optaron por centrarse en el drama humano vivido por las víctimas de un holocausto nuclear. Este es precisamente el caso de “Five”, la cual fue escrita, producida y dirigida por Arch Oboler, un multifacético personaje que había adquirido cierta fama en la década de los cuarenta gracias a sus producciones radiofónicas, entre las que se incluye la popular serie “Lights Out”.

Será precisamente una de estas producciones radiofónicas la que sirvió como base del guión de la cinta. Oboler adaptaría una obra titulada “The Word”, en la que originialmente sólo participaban dos personajes y la cual había sido protagonizada en la radio por Bette Davis.


Al contar sólo con $75.000 dólares de presupuesto (los cuales supuestamente Oboler consiguió hipotecando su casa), el director tuvo que arreglárselas para disminuir los costos de producción. Es por este motivo que el rodaje, que duró cuatro semanas y media, tuvo lugar en su mayor parte en la casa para invitados del propio Oboler. De hecho, ni un solo plano se rodó en estudio, y todas las escenas que tenían por objetivo demostrar la destrucción causada por la bomba nuclear fueron filmadas en la ciudad de Glendale a las cinco de la mañana.

El equipo de filmación estaría conformado por cinco estudiantes de la Universidad del Sur de California, y el elenco estaría constituido por un grupo de desconocidos. Oboler no contó ni con un maquillador, ni con un encargado de vestuario, por lo que los actores fueron con lo puesto y tuvieron que maquillarse ellos mismos. Aparentemente, Oboler además de ser tacaño era un hombre extraño y desagradable. Además de tener múltiples problemas con su equipo de filmación (llegando incluso a los puños con uno de sus ayudantes), decidió utilizar a un bebé de verdad en vez de un muñeco en una escena donde la actriz Susan Douglas debía tropezarse con él en brazos. Pese al temor de la actriz, Oboler la obligó a realizar la escena con el bebé argumentando que “quería que sintiera lo dramático de la situación”.

La cinta nos ubica en los días posteriores a un holocausto nuclear (aunque nunca se establece cuanto tiempo ha pasado desde el estallido de las bombas), el cual ha asesinado casi a la totalidad de la población mundial. Con el fin de establecer este escenario, Oboler utiliza una serie de fotografías de archivo sobre las cuales aplica un humo negro que simula la nube nuclear.

En un mundo en ruinas donde es posible distinguir cientos de cadáveres humanos esparcidos por las calles, nos encontramos con Roseanne, una joven mujer cuyo caminar devela la sensación de desolación y desconcierto que domina la mente de la que parece ser la única sobreviviente. Tras vagar por las calles de un pequeño pueblo de manera casi mecánica, logra llegar a la casa de su tía ubicada en las montañas donde se encuentra con otro superviviente llamado Michael, un intelectual que logró escapar de Nueva York y que hace algún tiempo ha estado buscando sobrevivientes.

La relación entre ambos es compleja en un principio, principalmente por el estado de shock en el que se encuentra la mujer, quien está embarazada y cuya principal preocupación es encontrar a su esposo el cual no sabe si está vivo o muerto.


Eventualmente la pareja se encuentra con otros dos sobrevivientes: Charles, un afroamericano que trabajaba de portero en un banco de Santa Barbara, y el señor Barnstaple, un bondadoso anciano que también trabajaba en el establecimiento como cajero. Los cuatro se establecen como una peculiar familia en la casa de la montaña, donde Charles y Michael comienzan a construir una pequeña cabaña e intentan sembrar algunas plantas que puedan otorgarle alimento a futuro.

Si bien por un tiempo el grupo logra llevar una vida relativamente apacible pese a no tener muchas comodidades y a sabiendas que bien podrían ser el último remanente de la civilización, su calma se romperá cuando descubran que el señor Barnstaple presenta intoxicación por radiación. Como último deseo, el anciano pide que lo lleven a la playa para poder apreciar el mar una vez más.

En aquel lugar encontraran a un nuevo sobreviviente; Eric, un egocéntrico y poco confiable montañista que ha cruzado el mundo en busca de sobrevivientes, y que será la causa de una serie de conflictos durante la segunda mitad del film. Eric no sólo se muestra como un hombre racista y codicioso, sino que además intenta manipular a Roseanne utilizando su deseo de encontrar a su marido.

Inevitablemente, Roseanne se convierte en una suerte de objeto de deseo para Michael y Eric, con la diferencia que el primero se enamora de la joven, mientras que Eric ve a la mujer como una de las tantas “riquezas” que se encuentran dispersas en el mundo esperando a ser reclamadas por él. La tensión entre los cuatro sobrevivientes (cinco si contamos al bebé de la joven) se irá incrementando con el correr del tiempo, iniciándose una escalada de violencia que terminará con la muerte de algunos de los involucrados.

En general, las actuaciones son correctas. Con la excepción de Eric, los personajes resultan queribles, en especial Charles cuya humildad y buena voluntad resultan ejemplificadoras considerando las circunstancias. Resulta destacable el hecho de que los protagonistas son retratados como humanos con defectos y contradicciones, y no como personajes unidimensionales lo que obviamente le otorga una mayor profundidad al relato.

Pese al escaso presupuesto y a la nula experiencia del equipo de filmación, la cinta cuenta con una más que adecuada banda sonora compuesta por Henry Russell, y un correctísimo trabajo de fotografía de Sid Lubow y Louis Clyde Stoumen. Lo más importante es que pese a utilizar mayormente escenarios naturales en los que no existe otra construcción más que la casa en la que se alojan los protagonistas, Oboler logra transmitir una sensación de desolación, especialmente en aquellas escenas que transcurren en las ruinas de lo que alguna vez fue una abarrotada ciudad.


Con el transcurso de los años, “Five” ha sido blanco de una serie de críticas que hacen mención en su mayoría a la falta de seriedad científica. Muchos han apuntando a algunos aspectos algo inverosímiles de la trama, como el hecho de que los protagonistas en su mayoría hayan podido escapar de algunas de las ciudades afectadas sin sufrir ningún tipo de problema a causa de la radiación, o que Eric haya sido capaz de viajar desde Asia hasta Norteamérica sin ningún tipo de ayuda.

Otros en cambio, han criticado su ritmo más bien pausado y su exceso de diálogo. La verdad es que el film de Oboler realiza un estudio del comportamiento humano en situaciones extremas donde se requiere un cierto nivel de cooperación entre los involucrados. También identifica al hombre como el responsable de su propia destrucción. Si bien Michael y Charles sueñan con la construcción de un nuevo mundo exento de conflictos en el que reine la igualdad, su deseo se ve truncado por la codicia de Eric cuya mayor preocupación es él mismo. “Five” es una película pesimista, pero que deja un pequeño espacio para la esperanza.

En gran medida, este humilde y vilipendiado film es el precursor de las películas que posteriormente tratarían el tema del “día después”, e incluso aparece como una potencial fuente de inspiración para la cinta de zombies, “The Night of the Living Dead” (1968). En definitiva, “Five” es un interesante film que si bien puede tener algunos errores argumentales, estos no merman en lo más mínimo un relato de ciencia ficción cuya tensión proviene de la interacción entre un grupo diverso de personas, y no de algún tipo de monstruo mutante.