Es curioso ser consciente de que para desconectarse de algo, es necesario conectarse primero, y hacer muchos esfuerzos para engancharse. De hecho, nos resulta más complicado hacerlo, cuando hemos mantenido durante más tiempo esa conexión.
Entre ronquidos de albergues gigantescos, caí en la cuenta de dos pequeños detalles. Cuando necesitas esa desconexión, a veces de forma tan fuerte o casi inmediata, es que algo está pasando. Esa unión no funciona, porque ¿qué sentido tiene estar conectado a algo que no te aporta lo que quieres? ¿para qué mantener esa conexión si sólo gasta batería?Tener en cuenta esto, ayuda a priorizar. Aunque para hacerlo, haya que dedicarle tiempo. Parar. Buscar aquellos puertos USB ocupados en nuestro día a día. Comprobar que tienen el espacio que se merecen, y en caso contrario, darle al botón derecho y seleccionar desconectar. Porque nuestra capacidad de abarcar cosas, es limitada y un vaso sólo se puede llenar, una vez se ha vaciado. A ver cuando nos entra en la cabeza.