Día 7: Santiago de Compostela. Domingo de Resurrección.
Recuerdo la llegada a la Catedral, sin preguntar, buscando carteles con flechas, adelantando a peregrinos que con más pena que nosotras querían llegar a la morada del Apóstol. Giramos una esquina y llegamos a una placita soleada.(Flashback, foto con los de Galicia.)
No fue casualidad que la misa del peregrino a la que fuimos fuera la del Domingo de Resurrección, y tampoco lo fue que justo cuando el botafumeiro estuviera en el punto más alto, cumpliera con lo prometido el domingo anterior. Ver y sentir en ese momento de júbilo a otros que como nosotras veían el final de su camino; ir sacando a aquellos que se metieron en la mochila, y la emoción de estar en Santiago un día así, creo que provocaron que de mi garganta saliera un hilo de voz tras ver las lágrimas de mi acompañante y al sentir las mías decir:
- Por esto insistía tanto en que quería que nuestro ultimo día en Santiago fuera el Domingo de Resurrección, porque es el día más importante para los cristianos.
- ¿No es Navidad?- No, bueno también, pero sobretodo hoy. Porque sin hoy, nuestra Fe no tendría sentido. Por eso es hoy el día que vivimos con nuestra Comunidad, con nuestra otra familia.Y en ese preciso instante, recogí sin pretenderlo los frutos de mi Semana Santa cobrando todo un poco más de sentido y entendiendo al fin y al cabo, que de alguna manera había conseguido lo que pretendía: tener una Santa Semana Santa.Diferente a todas las vividas. Pero con enseñanza extra, como todas las demás.