Escritora: Waris Dirie y Cathleen Miller
Esta es la autobiografía de Waris Dirie, la bellísima modelo somalí nacida en 1965. En el libro nos cuenta su infancia en el desierto, su vida de inmigrante en Londres, y luego su éxito.
Waris ha sido relevante, además de como modelo, por dedicar gran parte de su vida a dar a conocer la existencia de la ablación y a luchar contra ella. Habla con voz propia, pues ella misma fue víctima de esta práctica, aunque la que ella recibió, para ser más precisos, es la más dura de todas: la infibulación (la zona genital queda lisa, con una única costura, como una cremallera y un pequeño orificio, que te produce unas dolorosas reglas de 10 días, y que hace que necesites 10 minutos para orinar).
De este libro recuerdo lo mucho que me gustó cómo describe la vida en el desierto de los nómadas somalíes, sus costumbres y jerarquías, donde la dureza del medio les deja únicamente dos alternativas: vivir o morir; nos cuenta el funcionamiento tribal de su sociedad, ese orgullo tribal que es causa de la mayoría de las guerras. Curiosidades cosas como el mal del Khat, esa droga especie de cocaína que mascan los hombres, y les pone los dientes rojos, y que es una de las razones de la locura y agresividad; El motivo de la importancia de tener hijos como algo valioso, pues es garantía de futuro, como en el mundo occidental es la pensión de jubilación (eso me hace recordar a María Teresa de la Vega cuando estuvo de visita en África y abogaba en discursos por la planificación familiar: vamos, como empezar la casa por el tejado o como decirle al pez que en el árbol se vive mejor).
Sin embargo, a pesar de esa dureza, nos dice que no cambiaría su niñez por ninguna otra. Nos habla del amor a su madre, su sencillez y cariño y la descripción de la vida entorno a la naturaleza y a los animales. El destino de la familia unido al destino de los animales. Dice Waris Dirie refiriéndose a cuando después de terminar el día se reunían alrededor de la hoguera a contar historias, con el aroma que desprendía la mirra al quemarse en el fuego que los calentaba del frío de la noche: “Aquellos atardeceres constituyen mis mejores recuerdos. Nunca me sentí sola”.
Empieza el libro con la historia del león. Cuenta Waris, que cuando a los 13 años, huyó con el apoyo de la madre para evitar casarse con un “dandy” de 60 años, estuvo vagando dos días sin apenas comida y bebida. Se sentó en un árbol. Agotada se durmió. Cuando abrió los ojos: un león, de frente, sosteniéndole la mirada. No tuvo miedo, supo que era su fin. Volvió a mirar. El león se había ido.
Sobre la guerra y la MGF dice ella: “Tanto las guerras tribales como la mutilación genital femenina son producto del ego, de la mezquindad y de la agresividad de los hombres. La obsesión de los hombres por su territorio” “La lealtad de las mujeres debe ganarse mediante la confianza y el afecto, en lugar de con rituales bárbaros” ”Hay que erradicar las viejas costumbres que provocan tanto sufrimiento”. Y es que nos recuerda, que tras el derrocamiento de Said Barre en 1991, Somalia se ha visto inmersa en continuas guerras en las que las diferentes tribus no han parado de luchar por el control del país. Siempre la misma historia.
Lo que se cuenta de los camellos (hay más camellos en Somalia que personas), por ejemplo, es harto ilustrativo: El camello como oro para el nómada del desierto. El único animal que “quiere beber una vez a la semana pero que aguanta un mes”. El camello como medio de transporte y con esa leche nutritiva que también sacia la sed, y una curiosidad, la leche de camella es de las pocas que posee vitamina C.
Hay un planeta que veo todas las noches. Hace poco he sabido por fin que se trata de Venus, y nos dice ella, que allá, en el desierto, cuando lo veían aparecer era la hora de guardar al rebaño.
Hace tiempo que leí el libro y recuerdo que me gustó, aunque de su otro libro “Amanecer en el desierto” guardo aún mejor recuerdo. Un día de estos, también lo pondré.