En la breve conferencia posterior a la proyección baficiana, el mismo Dusa explicó que la idea de filmar su primer largometraje nació a raíz de la impresión que le provocaron los videos testimoniales de internautas iraníes sobre la represión policial a manifestantes contrarios a la reelección del Presidente Mahmud Ahmadinejad (a mediados de 2009, Espectadores le dedicó este post al tratamiento mediático de la denuncia de fraude electoral).
La historia de amor entre Anahita y Rachid es entonces una excusa para, en palabras del director, difundir el alcance de la resistencia digital que tanto lo impactó. De ahí el estilo 2.0 de una película que reproduce conversaciones online (chats) además de pequeñas crónicas y videos publicados en Twitter, My Space, Facebook, YouTube en tanto piezas de periodismo ciudadano.
Quizás lo más interesante de Fleurs du mal sea el personaje de Rachid, no tanto por su rol en la ficción sino por los cruces con la realidad (la historia del personaje está inspirada en la vida real del actor, acróbata, bailarín de apellido Youcef). En cambio, la reivindicación de la resistencia digital en Irán es un tema de debate que excede ampliamente la buena voluntad de Dusa.
De hecho, la película francesa comparte con la alemana The green wave (proyectada en la última edición del Festival de Cine y Derechos Humanos) la descontextualización propia de la mirada europea sobre el mundo árabe. De ahí los resistencia al elogio entusiasta por parte de algunos espectadores.