Ir con el niño de tiendas (a cualquier sitio, en general, para qué engañarnos) siempre ha sido complicado. De recién nacido porque empalmaba una toma con otra (y como mamaba fatal pues así no había quien saliera de casa), más adelante porque no soportaba que el carro se quedara parado (qué lástima no haber probado un fular, de la próxima no pasa) y cuando empezó a moverse de forma autónoma porque tenerle corriendo por una tienda puede ser una opción para muchos padres pero no para mi.
Ahora hemos añadido una nueva dificultad: fobia a las tiendas. Hace unos 10 días fui a entrar en la típica tienda luz casi apagada-chunda chunda a todo trapo y se puso a llorar y a decir que no, no, no. Pensé que el ambiente de la tienda era lo que le había disgustado y se quedó fuera con su padre. Pero a partir de ese día, su hostilidad con las tiendas de ropa ha ido en aumento. Es ver una y patalear, decir que no, llorar, gritar, cualquier cosa antes que soportar semejante tortura.
¿Lo llevará en los genes? ¿Habrá sufrido algún trauma en la última a la que fuimos sin que yo me diera cuenta? Pues juraría que no porque, a parte de que vamos de pascuas a ramos, mi marido siempre va al cargo (ni se me ocurre ir sola con él) y la mayoría de las veces se quedan fuera. Así que no tengo ni idea pero ahora ya no hay quien le meta en una.
Eso sí, si la tienda es de cachivaches electrónicos, ahí refunfuña pero luego se le pasa. Y si es de libros, entonces entra como un cohete, porque eso de tocar libros, pasar páginas y mirar fotos, sobre todo si es en la sección infantil, eso sí que mola.
Empiezo a pensar que esto es una conspiración para que no me compre ni una triste camiseta. ¿Tendrá esto relación con lo mucho que le gusta al nene verme en bolingas?.