Siempre he sido de la opinión de que el secreto de la felicidad radica en vestirse acorde con el momento vital que uno atraviesa. Pongamos por ejemplo que es usted la mujer de un marine estadounidense que va a irse de misión top secret a Afganistán. Claramente usted debe lucir un vestido floral vaporoso con corte en el pecho para ocultar el incipiente embarazo y dejarse la melena larga y ondulada para que ondee con la bandera americana al viento de las hélices del reactor que se llevará a su querido entre discretas lágrimas. Para cualquier reforma y/o mudanza es un must el peto vaquero grandote a lo Ghost con alguna mancha de pintura blanca colocada estratégicamente en la pechera. La coleta perfectamente despeinada es el accesorio ideal de este look de obrera sexy.
No hace falta que les recuerde que para que quede bien claro que ha echado usted un polvo de los buenos no tiene más que enfundarse por la mañana una camisa de su marido, blanca y bien almidonada a ser posible, y remangarse las mangas de forma casual hasta el codo. Si consigue usted levantarse pintada y con el pelo en un favorecer alboroto el efecto orgasmo múltiple es inmejorable.
Con esta idea de sacarle el mejor partido a mi nuevo yo ayer me compré el uniforme de fregona. Lejos de decantarme por la clásica bata con pantuflas a juego me fui a la tienda de deporte más inn de Munich y me compré un modelito que me ha costado casi tanto como lo que me he ahorrado de asistenta este mes. Me atendió una chica amabilísima que me hacía preguntas del tipo ¿Es para uso indoor o outdoor? A lo que yo muy ufana le respondía casi sin mentir que practico tanto disciplinas de interior (barrer, fregar y planchar) como de exterior (limpiar cristales, llevar niñas al colegio y hacer la compra) y que necesitaba una equipación versátil que es la forma fina de decir de todo trote. Hasta una chaqueta cortavientos me compré para combatir la fresca que sopla a las siete de la mañana por estos lares.
No saben el subidón que me ha dado esta mañana cuando ha sonado el despertador y sin ducharme ni nada me he puesto mis leggings Adidas de última generación, mi top Nike que me hace unos hombros ideales y mis zapatillas Just do it con cámara de aire dignas de la maratón de Nueva York. Las niñas me miraban ojipláticas mientras les exprimía el zumo de esta guisa. Ingénuas de ellas me han preguntado si iba a hacer deporte. Les he contestado con un rotundo sí. Tampoco es cuestión de quitarles la alegría de crecer tan pronto.
Hay que ver qué orgullosa me he lanzado a la calle con mis cuatro retoñas y el paso resuelto de la que tiene muy claro lo que va a hacer con su vida. La gente me miraba admirada. Hay que ver, cuatro hijas y le da tiempo a hacer deporte pensarán.
Esto del fitness viste mucho.
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