Nada de nuevo. Bueno: viejas cosas nuevas que se pierden por no saber atraparlas a tiempo: dónde coño se va ese concepto tan brillante que tenía esta mañana atrapado: con sus analogías y sus desarrollos, con sus símiles y sus agudas frases y con esos ganchos que se me ocurren, para enlazar uno y otro tema. Nada. El vacío. La mirada cariacontecida.
Suerte: está la música.
Brasil: Brasil!. Ya sé: siempre el mismo, siempre esas cuerdas que nos conducen a las salas de espera de todo el planeta: dentistas, aeropuertos en los 80, ascensores de edificios de más de 10 plantas. Ministerios con programadores musicales que saben que habrá fieras que amansar.
Francia: pero no, éste justo era belga. Ah, cualquiera habla de belgas ahora, con el miedo que da Bruselas. En Francia está Hollande, que quiere volver a anticipar la edad de jubilación. Que se atribuye poderes divinos, el muy ladrón. Dios dijo "ganarás el pan con el sudor de tu frente". Y va Hollande y dice que no tanto. Trata a Dios de tú, el tío. No tanto trabajar, Dios. Se lo dice en francés.
Entonces pasan estas cosas: la gente vive más porque trabaja menos, y les da por irse a los clubes y bailar y dejarse llevar por la música, por las cuerdas, por los coros femeninos. Por ir a la barra y pedir más bebida, joder, cómo hemos sudado. Desde el otro extremo, alguien te observa, lo notas, y no puedes evitar acercarte cada vez más.
Y pasa lo que pasa: dirás que estaba oscuro y que pensabas que si estaba ahí era mayor de edad. Que esas horas son esas horas y uno sabe lo que pasa cuando se entra en esos sitios. Que pensabas que el tío de la guitarra en el apartamento era un amigo más, y que esa juventud ya se sabe. Que quieres echarte un rato, coño, que la cabeza te va a reventar.
Que no, que lo último que te hace falta son más bajos y más profundos. Que ves hombres saltando de un altavoz a otro, que los persiguen chorros de líquidos que cambian de color al ser barridos por los focos. Que el líquido caerá al suelo, lo sabes, que parece azul como ese anticongelante que nunca recuerdas si te toca poner a tí o no, y te hará resbalar, el suelo está sucio, hay cristales y hay pisadas que cobran formas caprichosas, que son azuladas, ves, y pronto lo ocupan todo: suelo, techo y paredes. Están ahí, y todas te vigilan.