El Forajidos que hoy nos ocupa cumple con su cometido de generación de misterio, y retoma algunos vínculos con el pasado: la construcción de un personaje muerto mediante la narración en flashbacks, con la que Orson Welles hizo historia en Ciudadano Kane, y la imposibilidad de deshacerse de las sombras, como en la fabulosa Retorno al pasado, de Jacques Tourneur.
El problema es que Siodmak, consiguiendo unos encuadres casi perfectos, rueda la historia sin soltar el trípode y con un regusto escénico algo lánguido, frío y sin apenas emociones. El mafiosismo no se presta de ninguna forma a la teatralidad, pero no por eso es necesario que los villanos actúen como si estuvieran incrustados en una pala.
Tampoco es que queramos exaltaciones sin sentido, pero tratar un personaje tan rico en matices como "El Sueco" (Burt Lancaster) como un pelele medio aletargado no resulta muy eficaz. Su desaprovechamiento, sin embargo, carece de importancia si lo comparamos con el tándem que forma con su amada y causante de todas sus desgracias, Kitty Collins (Ava Gardner), en el papel de mujer tarántula. Es posible que se trate del salvajismo menos explotado de la historia del cine, una pareja prácticamente invisible, con papeles casi de reparto, y con tres miradas, dos frases y un beso en toda la película. Demoledor. Emanaban más química en las fotografías que les realizaron haciendo acrobacias en la playa durante las pausas del rodaje, como la que sigue a continuación.
También tenemos serios problemas para asimilar la indómita investigación de ese inspector de compañía de seguros, interpretado por Edmond O´Brien, paseándose, preguntando y enfrentándose al mal, como si Philip Marlowe se hubiera escapado de El sueño eterno (estrenada también en 1946) y se le hubiera quedado cara de no entender. La historia al final es igual de enrevesada y triangular, pero vamos a considerar que no le llega ni a la suela de los zapatos a la legendaria obra de Howard Hawks. También, para alojarnos en dramas con seguros de vida de por medio hacemos nuestro propio flashback hasta la fabulosa Perdición (1944), de Billy Wilder, que para eso están las cinefilias, los rankings y una cantidad casi inasumible de cartonajes en el cine negro.
Os dejamos con el tráiler original de la película. En los años cuarenta, el marketing promocional ya estaba muy trabajado: