Formadores al borde de un ataque de nervios

Publicado el 09 noviembre 2016 por Javier Díaz Sánchez @javierdisan

Experimentar cierto nerviosismo es normal para cualquier formador, especialmente las primeras veces que impartes una formación. Sin embargo, pasados unos minutos es habitual que se superen los nervios iniciales. La pregunta es ¿debes evitar a toda cosa esa sensación de nerviosismo? Mi opinión es que no, pero reflexionemos un poco sobre lo que se esconde realmente tras esa sensación de nerviosismo.

A menudo tras esos nervios se esconden los miedos propios de cualquier persona que se expone ante una audiencia. Ponte en situación. Decenas de ojos están clavados en ti y casi automáticamente se activan ciertos temores como hacer el ridículo, no saber resolver preguntas acerca del contenido que vas a tratar, quedarte en blanco, sufrir la crítica iracunda de algún alumno, no saber conducir la sesión y que la gente no te preste atención....

El día que yo nací, mi madre parió dos gemelos: yo y mi miedo.

Hobbes

Para definirlo brevemente podemos decir que el miedo es la ansiedad provocada por la anticipación de un peligro (real o imaginario). Esto nos provoca un sentimiento desagradable y aversivo que desencadena la activación del sistema nervioso autónomo. Los síntomas habituales son molestias en el sistema digestivo (falta de apetito las horas o días anteriores al evento, relajación de esfínter, etc.), en el sistema respiratorio (dificultad para respirar con normalidad, sensación de ahogo o de que no tomamos suficiente oxígeno), cardiovasculares (taquicardia), sentimiento de falta de control, etc. A su vez, como torpes mecanismos de defensa podemos experimentar reacciones de huida, lucha, inmovilidad y sumisión.

Pues bien, es importante analizar el origen de nuestros miedos y temores porque algunos son fáciles de superar, sobre todo los que tienen que ver con el factor situacional. Por ejemplo, conocer el sitio en el que impartirás la formación rebajará tu nivel de tensión. En cuanto a no saber responder las preguntas que te planteen o a quedarte en blanco, es evidente que cuanto más te prepares los contenidos que vayas a impartir o más experiencia tengas en ese área, más confianza tendrás en tus conocimientos y te ayudará a reducir esos temores. Pero eso no es todo. Aunque preparar la sesión es muy importante, analizar racionalmente tus pensamientos te ayudará a provocar un cambio de actitud que es igual de importante.

Cuida tu diálogo interior

Todos mantenemos un diálogo interior en el que ciertos comentarios sobrevuelan nuestras cabezas y provocan reacciones emocionales. Este diálogo interior es lo que se conoce en inglés como inner game y puede afectarnos de tal forma que se convierta en un impulso positivo o bien en un freno a nuestras capacidades. Algunos ejemplos de comentarios negativos internos pueden ser "seguro que se están riendo de mi", "van a pensar que no sé lo suficiente", "es culpa mía que no estén atentos", etc.

Los nervios que se producen como consecuencia de este proceso de pensamiento se desvanencen si somos capaces de controlarlo y para eso tenemos una herramienta a nuestro alcanza, la lógica. Antes de nada plantéate esta simple pregunta ¿crees realmente en lo que le estás contando a tu audiencia? Ese es el primer paso. El segundo es aceptar que los participantes no tienen porqué estar de acuerdo contigo. Pero tu trabajo no es complacer a todo el mundo así que no debes sentirte responsable de todas las reacciones que se manifiesten en el aula. De lo que sí eres responsable es de trasmitir con claridad tus pensamientos. En cualquier caso, esa diferencia de opiniones puede ser una aliada para que puedas dinamizar la sesión y hacerla aún más productiva. Te reconozco que eso requiere cierto nivel de tolerancia a la incertidumbre, ya que cuando confrontas opiniones con otros te adentras en tierra incognita. Quien sabe, quizá tus planteamientos acerca de un tema puedan tambalearse al entablar esa conversación abierta y genuina con tus alumnos pero ¿acaso tú eres el oráculo de Delfos que todo lo sabe? Rotundamente no, y reconocerlo te hará más cercano a tu audiencia.

Cómo enfrentarte a tus miedos

Anota en un papel tus pensamientos e intenta dilucidar el grado de irracionalidad que puede esconderse tras ellos o si pueden ayudarte en algún sentido. Por ejemplo, el simple hecho de notar cierto nerviosismo (siempre que no sea incapacitante) no tiene por que ser malo ya que te ayudará a agudizar tus sentidos y a ponerle más pasión a lo que dices.

Además de este proceso de análisis racional, las siguientes recomendaciones te harán la vida un poco más fácil cuando vayas a impartir una formación.

  • Llega con tiempo suficiente para revisar el aula y los medios audiovisuales que vayas a utilizar. Toma el control del espacio.
  • Comienza a la hora indicada. Retrasar el horario hará que el propio grupo se inquiete.
  • Saluda personalmente a la gente cuando entre en el aula. Si llegas con tiempo y te pones en la puerta, puedes estrechar la mano a los participantes que vayan llegando y con ello irás rompiendo el hielo.
  • Eliminar las barreras físicas que se interponen entre los participates y tú. Si estás detrás de una mesa o atril, alejarte de ella. Es una tendencia natural que busques protección o refugio detrás de una mesa como si fuese un burladero. Aún recuerdo uno de mis primeros talleres que me pegué 4 horas sentado y detrás de una mesa. Después de aquella ocasión "nunca mais". Tampoco te aferres al atril o al proyector.
  • Trabaja tu respiración. Toma aire con una inspiración profunda cuando vayas a comenzar. El aumento de oxígeno ayuda, y el ritmo de la respiración regular le ayuda a concentrarse.
  • Si tienes tendencia a sentirte nervioso, ten en cuenta algo que por obvio a menudo pasamos por alto: evita cualquier bebida con estimulantes o cafeína porque aumentará tu ansiedad y nerviosismo.

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Psicólogo / Humanista digital / Consultor Ayudo a empresas y organizaciones en sus procesos de cambio y transformación. Trabajo en la intersección entre la tecnología y las humanidades.