El formato RAW, ese gran desconocido para muchos que creen que este formato esta reservado para profesionales. Nada más lejos de la realidad, el formato RAW nos ofrece tener una calidad superior y muchas más facilidades a la hora depost procesar nuestras fotografias. También tiene contras como el tamaño de las imágenes y la necesidad del procesado...¿merece entonces la pena? Vamos a verlo.
Formato RAW
En muchos de los análisis de cámaras que realizamos hemos nombrado el formato RAW, pero sin profundizar en él (no era el lugar apropiado, como sí lo es este). Además, doy por sentado que muchos de los lectores que cuentan con una cámara réflex pero que no la conocen todavía demasiado, se preguntarán a menudo qué es exactamente el formato RAW.
Bien, para esos lectores (los que tenéis una cámara compacta no tenéis que preocuparos, vuestras cámaras no guardan fotos en formato RAW), va dirigido este artículo.
¿Qué es el formato RAW?
El formato RAW, que, en inglés, significa "crudo", es una forma de guardar las imágenes de una forma completamente editable, mucho más allá de lo que puede permitir cualquier otro tipo de formato de imagen.
Cuando se guarda una imagen en formato RAW, se está dejando abierta a la completa modificación a posteriori. En este sentido, la diferencia entre un formato como el JPG y un formato RAW, reside en la capacidad que tendremos posteriormente de editar la fotografía.
Y cuando hablamos de editar la fotografía, no hablamos de hacerle algunos retoques con Photoshop, sino de alterar, por ejemplo, los valores de exposición o el balance de blancos. Si hubiésemos guardado la foto en JPG, esto sería prácticamente imposible. En cambio, en formato RAW, se deja abierta esa posibilidad.
En cierto sentido, y salvando mucho las distancias, el formato RAW es una suerte de "negativo del siglo XXI".
Algo más sobre el formato RAW
El formato RAW, al hacer la fotografía tal y como es la realidad (sin comprimirla o eliminar valores innecesarios, como hace el JPG), y dejar abierta la posibilidad del posterior editado, ofrece una gran cantidad de ventajas a los fotógrafos profesionales.
En primer lugar, y como es obvio, si la fotografía no se comprime ni elimina ningún valor, podemos dar por sentado que estamos captando toda la calidad posible que la cámara permite.
Ahora bien, no todo es color de rosa. Todo esto tiene un precio, como puedes suponer...
Por otro lado, pese a que al principio parezca divertido y entretenido editar las fotografías en RAW, cuando repites la operación unas cuantas veces, empiezas a darte cuenta de que es una labor pesada y aburrida.
Por último, el problema de la compatibilidad. El formato JPG, por ejemplo, está estandarizado, y cualquier software puede abrirlo. En cambio, el formato RAW, no lo está. Cada marca tiene su propia forma de guardar una fotografía en RAW, lo que implica que necesitas distintos softwares para editar diferentes fotos.
Pero el problema va más allá, y es que, como el formato RAW no está estandarizado y cada vez más las diferentes marcas tratan de optimizar su peso y su calidad, a menudo reinventan la forma de captar y guardar las fotografías en RAW. Eso implica que, en el futuro, quizá el formato de RAW que hoy puedes abrir con un determinado software, mañana no puedas volver a abrirlo, porque dicho software se ha adaptado a la nueva forma de captar y guardar las imágenes en RAW (o al revés, tu nueva cámara capta imágenes en RAW y tu viejo software es incapaz de abrirlas).
Así que, como ves, el formato RAW tiene algunas ventajas y algunas desventajas. Lo que es innegable es la calidad y libertad que te aporta. Ahora bien, ¿es recomendable para todo el mundo? Evidentemente, no. Si no eres un profesional de la fotografía, o estás en camino de convertirte en uno, lo mejor es que te limites a jugar de vez en cuando con este formato, pero para la mayoría de tus fotos utilices JPG.