En esta ocasión he querido compartir con vosotros una de mis fotografías antiguas de la Gran Vía favoritas. Uno no puede evitar verla y añorar el dar un paseo por esas aceras iluminadas por llamativos neones y agitadas por el desfile de coches deliberadamente brillantes. La fotografía nos evoca una elegancia y un glamour del que, por desgracia, poco o nada queda.
La imagen, de 1950, es obra de uno de los mejores fotógrafos que tuvo Madrid, Francesc Catalá –Roca. Su objetivo retrató con maestría aquella ciudad que empezaba a hacerse mayor con un soberbio dominio de las luces y las sombras, como ya hemos visto en alguna otra ocasión. Experto en congelar instantes cotidianos, en este negativo hizo eterno el garbo de esta gran calle.
Cines y teatros como centros efervescentes del ocio madrileño, una ‘belle époque’ que se marchó de puntillas, sin avisar, y que presumiblemente no volverá a pasarse por aquí. Al final va a resultar cierto aquello de que cualquier tiempo pasado, siempre fue mejor…
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