Fotografías de Ramón Masats y textos de Miguel Delibes en la Fnac

Por Carol


Seguro que a más de un@ lector@ le apetecerá acercarse por la Fnac de Callao para ver la muestra "Viejas historias de Castilla La Vieja", que puede verse hasta el 29 de septiembre, en la que además de admirar las preciosas fotografías en blanco y negro de Ramón Masats, podemos disfrutar de los siempre maravillosos textos de Miguel Delibes. Es ésta una muestra original, donde fotografía y texto se funden y se dan apoyo. Son 25 fotografías que nos traen a la memoria esos personajes de Delibes tan cercanos y tan humanos, y que a más de uno le recordarán las viejas fotografías familiares que han tenido siempre por casa, de sus padres, abuelos o bisabuelos. Tres textos de Delibes, sacados del libro "Viejas historias de Castilla la Vieja", retratan ese mundo rural que a veces parece tan lejano, pero que otras, cuando nos acercamos a nuestros pueblos y a nuestros mayores, sigue estando muy vivo.
Delibes nos cuenta la historia de Isidoro, un hombre que no puede quitarse la "cara de pueblo" al trasladarse a la ciudad, pero al que tachan de "señoritingo" cuando vuelve. Os dejo un fragmento con el que empieza el libro.

"Cuando yo salí del pueblo, hace la friolera de cuarenta y ocho años, me topé con el Aniano, el Cosario, bajo el chopo del Elicio, frente al palomar de la tía Zenona, ya en el camino de Pozal de la Culebra. Y el Aniano se vino a mí y me dijo: «¿Dónde va el Estudiante?». Y yo le dije: «¡Qué sé yo! Lejos». «¿Por tiempo?» dijo él. Y yo le dije: «Ni lo sé». Y él me dijo con su servicial docilidad: «Voy a la capital. ¿Te se ofrece algo?». Y yo le dije: «Nada, gracias Aniano». Ya en el año cinco, al marchar a la ciudad para lo del bachillerato, me avergonzaba ser de pueblo y que los profesores me preguntasen (sin indagar antes si yo era de pueblo o de ciudad): «Isidoro, ¿de qué pueblo eres tú?». Y también me mortificaba que los externos se dieran de codo y cuchichearan entre sí: «¿Te has fijado qué cara de pueblo tiene el Isidoro?» o, simplemente, que prescindieran de mí cuando echaban a pies para disputar una partida de zancos o de pelota china y dijeran despectivamente: «Ése no; ese es de pueblo». Y yo ponía buen cuidado por entonces en evitar decir: «Allá en mi pueblo»