Esta semana nos introducimos en la máquina del tiempo para regresar a 1905. Dando un paseo por el Barrio de Salamanca nos detenemos en la puerta de esta hermosa farmacia.
Hoy son pequeños diamantes que brillan con luz propia, igual que esas escurridizas pepitas de oro que se resisten a caer por el tamiz, destacando entre montañas y montañas de espesos sedimentos. Me refiero a esos comercios añejos y antiguos de Madrid que aun perviven en algunas de las calles de la Villa con sus fachadas de madera. Rodeados de franquicias impersonales y tiendas de quita y pon, ellos resisten impasibles al paso del tiempo mientras nos regalan su única y exclusiva belleza. Pero hubo un tiempo en el que este tipos de locales no eran una excepción si no una presencia de lo más habitual, como nos fijaremos a continuación.
La imagen que rescatamos hoy del baúl de los recuerdos nos muestra al dueño de una farmacia luciendo con orgullo y brío ante su coqueto negocio. Este tipo de posados por lo que he podido observar rebuscando entre las imágenes antiguas de Madrid era algo muy normal, el inmortalizarse a las puertas del la tienda o local que uno, con tanto esfuerzo, conseguía poner en marcha. Lo he visto en cafeterías, tiendas de alimentos, mesones... quizás querían dejar una prueba feaciente a las generaciones de la familia que todavía estaban por venir de quien y cómo había empezado el emporio del que ellos ahora sacaban partido. Tiempos para emprendedores y valientes que no dudaban en trabajar y luchar por sus sueños.
Como os podéis imaginar hubo muchos ejemplos de esto, pero aquellos anhelos de progreso y bienestar adquieren una personalidad concreta al detenernos en esta foto. Fechada en el año 1905 nos lleva a la ya entonces pomposa y apuesta Calle de Serrano, para acotar más a nuestra protagonista, dirigiremos nuestros pasos al portal número 44. En esa acera donde hoy encontramos firmas de lujo de proyección internacional como Armani o Tous se ubicó esta bonita farmacia cuyo escaparate hoy sin duda causaría furor entre los más curiosos.
Bajo el umbral de la puerta posa firme el que intuyo será el dueño de la apoteca, quien según reza el letrero de la fachada respondía al nombre de "A. Sanjuanbenito". Su aspecto arreglado y apuesto y ocupando la posición central de la composición le dan un relumbrón que le permite seguir destacando entre el resto de figurantes, aún 110 años después de que se tomase la foto. Es de suponer que los dos chiquillos a los que pusieron sus mejores galas para el reseñable momento, gorrito incluido, sean sus hijos y que la otra persona que posa, a la izquierda de estos, sea el ayudante o dependiente de la botica (la única pista que tengo para esta deducción es el guardapolvo que viste). Ya del quinto elemento en discordia, el hombre de rostro borroso que aparece a la derecha del todo, no me atrevo a enunciar teoría alguna ¿Tendría algo que ver con los demás integrantes? ¿O su presencia fue fruto de la casualidad? Se admiten apuestas...
Cerrado el capítulo de las teorías toca detenerse en algo mucho más tangible, en escudriñar con nuestro sentido de la vista aquella fachada que evoca un sabor romántico, el de esos locales que de un simple vistazo nos abruman con los montones de historias que se adivinan entre su paredes. Es en el momento de la despedida cuando brotan las preguntas ¿Cuánto tiempo permanecería abierta? ¿Alguno de los dos chiquillos tomarían las riendas de aquel negocio? En 1905 ellos posaron para la eternidad, ahora en 2015 nosotros les observamos con nostalgia. Aquellos preciosos comercios no deberían cerrar nunca, sobre sus mostradores y estantes se acumulaban los sueños de sus fundadores y aquellas ilusiones no deberían perderse jamás.
-
Como vemos en esta fotografia de mediados del Siglo XX el acceso a la Estación de Metro de Atocha, durante un tiem...
-
Hoy os traigo un anticipo de las impresionantes vistas que a partir de muy pronto todos podremos contemplar desde e...
-
Hoy toca rescatar este revelador documento tomado nada más terminar la Guerra Civil española. Madrid y sus habita...