Vivimos días en los que la Plaza de España trata de recuperar el brillo perdido, los tiempos en los que esta área de Madrid era la envida de la ciudad y de todo el país. La fotografía de esta ocasión, datada en 1959, nos recuerda los gloriosos años en los que este espacio urbano podía presumir de moderna arquitectura. El Edificio España era lo más de lo más en cuanto a viviendas y oficinas de la capital. Un estatus que disfrutaba en soledad mientras la Torre de Madrid terminaba de hacerse realidad, de hecho, si nos fijamos en la foto, podemos observar que su último piso aún estaba en obras y no sería hasta un año más tarde, 1960, cuando se inauguró.
Sus relucientes edificios, sus brillantes coches, sus frondosos árboles, aquella Plaza de España era la envidia de los habitantes de Madrid y de los escasos turistas que se asomaban por ella. Una fabulosa salud que, al igual que las modas de vestir, se fue apagando con el tiempo hasta casi caer en el olvido. Desde hace un lustro, este lugar ha recuperado la sonrisa, con comercios y con hoteles. Un gesto que se ha visto interrumpido por las obras de la plaza que, a día de hoy, se encuentran paralizadas, con más incógnitas que certezas.
La Plaza de España tiene algo magnético, no es hermosa pero es fotogénica, no es histórica pero tiene historia. Me gusta observarla así, alegre, sonriente, rememorando sus mejores días. Tal y como la hemos visto en muchas películas en blanco y negro, porque de alguna manera, siempre tuvo pose y maneras de escenario de cine. Y estoy convencido de que más pronto que tarde volverá a relucir como antaño.