La nostalgia cuando llega, remueve recuerdos bellos. Tuve tres Daschund cuando era joven. En el Perú les decimos “Perros Salchichas”, y los críamos desde cachorritos.
La primera vez que tuvimos un Daschund, fue porque una perrita llegó a la puerta rascando, asustada, la alimentamos y luego preguntamos si alguien del barrio era el dueño de la perrita. Nada de nada. Pasaron dos meses, y apareció el dueño.
Con mucho dolor la devolvimos, porque la salchica era nuestra alegría. Todos se encariñaron con “Titina”. Luego de una semana el dueño vino a nosotros y nos dijo: “Por favor, conservanla y cuidenla, ella los extraña y llora mucho todo el día.
Le pregunté que pasó, me dijo que su hijita aceptó que su perrita tenía otros dueños, y no soportaba verla llorar. Nosotros por nuestra parte estabamos tranquilos y contentos porque Titina regreso a nuestra casa. Concordamos en que su hijita cuando crea oportuno podía ver a Titina.
Vino sólo tres veces. Desde allí empezó una historia de más de 16 años. Los salchichas nos alegraron la vida. Recuerdos bellos. También como inquietos que son, en una ocasión en la sala de la casa, todo el papel higiénico estaba desenrrollado.
Si llegas a tener un Daschund en tu vida, jamás te sentirás mal. Ellos son una alegría y buenos cuidadores.