Yo, que sigo bastante los suplementos culturales de los periódicos (consigo reunir casi cada semana los de El país, El mundo y el ABC) y unos cuantos blogs de reseñas, diría que se ha hablado más en España del libro de relatos Fotos tuyas cuando empiezas a envejecer de Maximiliano Barrientos (Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, 1979), que de Los días más felices de Rodrigo Hasbún (Cochabamba, Bolivia, 1981). Ambos son amigos y pertenecen a una nueva y prometedora hornada de escritores bolivianos. País del que no llegaba nada de su producción literaria a España hasta que abrió las puertas Edmundo Paz Soldán (Cochabamba, Bolivia, 1967) y nos mostró un panorama más que interesante.
Tenía anotado el nombre de Maximiliano Barrientos, y fue a raíz de colgar la entrada sobre Los días más felices que me apeteció comprar este libro para poder compararlos, para observar qué se está haciendo ahora en Bolivia. Así que salí de casa y me fui andando por la acera de la sombra para evitar el calor de Madrid (Nota: esta entrada está escrita en julio) hasta la Casa del libro de Goya. Como allí no lo tenían (aunque sé que estuvo hace unos meses), me crucé de acera y entré en El Corte Inglés. Estaba el libro de relatos y la novela de Barrientos Hoteles. Además en El Corte Inglés tienen ahora unos sillones y te puedes sentar a leer un rato. El aire acondicionado me convenció. Leí allí el cuento más corto del libro, el segundo, luego lo compré e intrépidamente volví a salir a la calle.
Fotos tuyas cuando empiezas a envejecer está formado por 5 cuentos. El primero, Primeras canciones, es el más extenso y posiblemente el mejor. De hecho, me atrevería a decir que en Primeras canciones ya están sobre la mesa todos los temas sobre los que va a hablar en este libro Barrientos. El comienzo: “Si hubiera una cámara de seguridad en el baño se los vería desnudos. Chicos recién salidos de colegio, él tiene dieciocho y ella diecinueve. Ninguno de los dos sabe que se harán mucho daño” (pág. 11), me ha recordado al comienzo de la novela Bonsái del chileno Alejandro Zambra: Primeras canciones también parece una novela en miniatura (en la que se nos habla de estos dos chicos, y también de un amplio círculo de personas: padres, amigos…) y el narrador también nos va adelantando los sucesos que van a acontecer. Recordemos el comienzo de Bonsái: “Al final ella muere y él se queda solo, aunque en realidad se había quedado solo varios años antes de la muerte de ella, de Emilia”.
El tema principal de este libro de Barrientos es el paso del tiempo, el momento en que uno empieza a entender que está dejando (o ha dejado ya) atrás la juventud; así que más o menos los personajes de estos relatos están pasando de sus 20 años a sus 30, y están empezando a dejar atrás muchos de sus sueños de juventud. Casi todos los personajes de Fotos tuyas cuando empiezas a envejecer han formado parte de una banda de rock o lo han deseado.
Me ha llamado la atención de Primeras canciones cómo el narrador interviene en lo contado; por ejemplo, así presenta al personaje del chico, Saúl Hernández: “Véanlo a los dieciocho años, todavía no conoce a la chica. Véanlo en su cama dormido. Es sábado, no tiene clases, anoche bebió, y cuando despierte irá al baño y se colgará del grifo porque tendrá la garganta incendiada. Sentirá mareos, vomitará a los pies de la cama. Faltan cinco minutos para que eso suceda” (pág. 13).
Y me ha gustado también otro recurso: hacia el final una nota a pie de página nos adelanta varios años la escena contada (los saltos son constantes en el tiempo), y el contraste con la escena que transcurre en la página normal le da al final del relato un logrado toque melancólico.
De los 5 relatos he leído los 3 primeros dos veces, y esto me ha llevado a darme cuenta de que las historias estaban más conectadas de lo que pesaba. Además de los dos últimos, que comparten personajes y la relación es clara, existen otras confluencias: en Primeras canciones los protagonistas toman algo en un bar llamado Irish: “Véanlos tomando un café en el Irish” (pág. 24). En el tercer cuento, Fotos tuyas cuando empiezas a envejecer, los protagonistas comparten espacio: “El bar era el Irish” (pág. 63). Lo acabo de buscar en google: el Irish pub existe en la ciudad de Santa Cruz (ver AQUÍ). En esta página existe además un mapa de la ciudad que me ha hecho comprender un localismo del texto que no tenía nada claro: los personajes se mueven del “primer anillo” al “segundo anillo”, y ya veo en google esas carreteras que van recorriendo la ciudad y que por lógica se han de llamar allí anillos.
Así que, como ocurre con Juan José Saer y su Santa Fé, en las historias de Barrientos existe también una unidad de lugar, que sería su ciudad natal, Santa Cruz de la Sierra. Además diría que la clase social reflejada es la media-alta o alta de la ciudad. Así queda descrita una casa en el primer cuento: “La casa tiene una piscina enorme donde la mayor parte de los invitados terminará la fiesta cuando amanezca. Véanlos ahora mientras bailan. A nadie se le ha muerto la hermana o ninguna novia les ha susurrado que ya no los quiere. Nadie ha tenido que cambiar de ciudad o dejar la universidad. Muchos ni siquiera trabajan, viven en las casas de sus padres, duermen hasta el mediodía, almuerzan con resaca” (pág. 34). Otra conexión temática (además de retratar a la clase media-alta o alta de Bolivia) con el libro de Hasbún es la de la idea de los personajes de abandonar el país: “¿Vos crees que algún día me vaya de este país de mierda?, preguntó” (pág. 67).
Existe otra extraña conexión entre la primera historia y la cuarta: en Primeras canciones al describir el pub Insomnio, se habla de pasada de un tal Esteban Olivares: “Afuera del bar, apoyado en su Toyota Corolla, está Esteban Olivares. Todavía estudia medicina, es novio de Margot” (pág. 20). En el cuento Los adioses Barrientos propone un interesante recurso narrativo, empieza a abrir notas a pie de página que desdoblan el cuento en dos, haciendo un juego metaficcional: el escritor tiene dudas sobre lo escrito (lo que podría recordarnos de nuevo a Zambra) y el nombre de este escritor que está escribiendo el cuento no es otro que el de Esteban Olivares: “Debería comenzar escribiendo mi nombre. Escribiendo Esteban Olivares está en un cuarto oscuro con la laptop encendida” (pág. 85).
El segundo cuento, Suerte, me parece que repite lo contado en el primero, pero en menos páginas y a una escala compositiva menor. Es un cuento que queda bastante anulado tras haber leído el primero. Sería un buen cuento, en todo caso, si uno lo descubre en una antología sin haber leído antes el otro.
El tercero, Fotos tuyas cuando empiezas a envejecer, me gustó más al leerlo por segunda vez, lo que creo que habla a su favor. Quizás me pareció la anécdota un poco exagerada o no acabada de desarrollar: la depresión que sufre la joven Ingrid tras la muerte de su padre.
Me gustaron más los cuentos enlazados Los adioses y Las horas: un hombre tiene una relación con una mujer casada. En Los adioses la perspectiva es la del hombre y en Las horas la de la mujer (unos años después) que decidió quedarse con el marido.
Voy a describir a continuación algunos elementos narrativos que considero que hacen que éste no sea un libro de relatos redondo, que hacen que entre Fotos tuyas cuando empiezas a envejecer y Los días más felices de Hasbún me quede con el segundo:
1) En Fotos tuyas cuando empiezas a envejecer se repiten con demasiada insistencia las ideas compositivas de un relato a otro –o más bien una idea principal que sería el cambio personal que supone dejar atrás la juventud– que, expresadas de modo genérico, e intercambiables para describir a los personajes de un cuento o de otro, hacen que se conviertan en clichés que tienden a la grandilocuencia:
Cuento 1, pág. 40: “¿Serías capaz de identificar el momento en el que cambiamos, en el que nos convertimos en esto?”. Cuento 1, pág. 18: “Editan la vida, la adaptan a sus propias conveniencias, la asemejan a esa que siempre quisieron tener y no pudieron”. Cuento 2, pág. 48: “Pensé (…) en todo lo que quisimos hacer juntos y no pudimos porque no tuvimos suerte o porque fuimos diferentes o porque simplemente nos faltó paciencia”. Cuento 3, pág. 62: “Entró en el baño y miró su cara maquillada. ¿Cuánto de eso que vio era lo mismo que veía antes, cuando tenía trece o catorce años? No lo sabía, no podía precisarlo”. Cuento 4, pág. 88: “Con el tiempo todo será menos importante”. Cuento 5, pág. 109: “Envejecer, para todos ellos, es ser lo que son, lo que siempre han sido, pero de forma menos intensa”.
2) Había algo que hace 15 años no me gustaba cuando leía la nueva narrativa española representada, por ejemplo, por el Ray Loriga de La pistola de mi hermano o el Benjamín Prado de Raro: los diálogos o las descripciones se asemejaban demasiado a letras de canciones o a guiones de cine pretenciosos y acababan sonando poco naturales. Así se desarrolla un diálogo de Barrientos en la página 96: “¿En qué película te gustaría vivir?, pregunta Susy. En Días en el cielo, contesta Sebastián. Yo quisiera vivir en la cámara de seguridad de una gasolinera, dice Susy. ¿Quisieras volver a vivir algunos fragmentos de tu vida? ¿Quisieras vivirlos nuevamente sin cambiarles siquiera un ápice?”.
3) He tenido la impresión de que algunos cuentos no tenían tanta fuerza como podrían porque Barrientos dibuja una situación (una pareja va a cambiar), la describe de un modo poético, y le falta capacidad anecdótica para hacer avanzar y poder resolver la historia con más intensidad.
Y a pesar de los puntos señalados antes considero que Fotos tuyas cuando empiezas a envejecer es una muestra notable (con temas por madurar) de la nueva literatura que se está haciendo en un país, hasta no hace mucho desconocido literariamente en España, como es Bolivia. Y su logro principal, saber describir la melancolía del paso de la juventud a la edad adulta, con imágenes sugerentes; no voy a considerarlo menor. De todos modos, si alguien está interesado, la editorial permite el acceso al último de los cuentos del volumen. Si algún lector de esta reseña no ha leído el libro y quiere juzgar por sí mismo los cuentos de Fotos tuyas cuando empiezas a envejecer, puede hacerlo pinchando AQUÍ.
(Nota final: creo que he tardado más tiempo en escribir esta reseña que en leer el libro. Y considero que me ha merecido la pena: yo también escribo relatos y descubrir lo que funciona mejor o peor, reflexionar sobre ello, es una parte fundamental del proceso de aprendizaje y de creación.)