Revista Opinión

Fracaso del multiculturalismo y avance del fundamentalismo en el mundo

Publicado el 20 noviembre 2015 por Franky
El multiculturalismo, basado en la convivencia de distintas culturas sin tener que renunciar a sus creencias y costumbres, está fracasando en Europa y el mundo. Las culturas, cuando son impermeables y hostiles, como el Islam, en lugar de convivir acumulan rechazo y odio y se convierten en caldo de cultivo para el fundamentalismo y la violencia. --- Fracaso del multiculturalismo y avance del fundamentalismo en el mundo Francia, Bélgica e Inglaterra, con sus guetos musulmanes conflictivos, y, en menor medida, Alemania y España, demuestran que el multiculturalismo está fracasando estrepitosamente. Las culturas no conviven en paz y el Islam está demostrando que es una doctrina pétrea e impenetrable, reacia a mezclarse con cualquier otra y generadora de odio, intransigencia y fundamentalismo.

Las tesis multiculturales, engendradas por la izquierda, partidaria de mezclarlo todo para homogeneizar e igualar, están en bancarrota y generando un rechazo que conduce al odio intercultural y, en muchos casos, a la xenofobia y la violencia. El odio terrorista a la cultura occidental y el auge de la extrema derecha y del rechazo a los musulmanes son dos fenómenos paralelos en Europa.

Las tendencias fundamentalistas, dentro del Islam, crecen de manera preocupante. El fundamentalismo es un fenómeno religioso que experimenta un alarmante proceso de expansión, impulsado por una explosiva mezcla de frustraciones: la pobreza, la desestabilización y la guerra en el mundo musulmán, la lucha entre sunies y chiies, el dinero del petroleo, que se está empleando en fomentar la violencia y el terrorismo, y la incapacidad de los inmigrantes musulmanes y de las culturas cristianas europeas receptoras de integrarse y fundirse.

Ante ese fracaso, no queda otro remedio que cambiar las reglas del juego y adoptar medidas defensivas en Europa, donde la cultura autóctona corre el riesgo de ser suplantada por la musulmana, que no se integra y que se mantiene activa y desafiante en guetos llenos de niños y jóvenes, pobreza, desempleo y odio.

¿La solución? Básicamente dos: mayores esfuerzos por la integración y controles a la inmigración, que deberá filtrar en adelante a los que llegan para que no entren delincuentes, terroristas y agitadores, al mismo tiempo que se expulsan a los imanes profetas de la violencia y la revancha y se cierran las mezquitas que funcionan más como escuelas de odio que como lugares de oración.

Detrás de todo el problema de la integración y del fracaso multicultural está el terrorismo como recurso del extremismo islámico. Ese fenómeno apenas ha empezado porque, aunque ha alcanzado una violencia suicida sin precedentes y ya no respeta los dos tabúes que lo frenaban, la vida propia y destrucción masiva, todavía no ha traspasado las fronteras de los ataques químicos, bacteriológicos y nucleares, capaces de producir oleadas de pánico desconocidas y reacciones altamente violentas en las culturas de acogida.

La reciente advertencia de Manuel Valls, primer ministro francés, de que Francia teme ataques químicos y bacteriológicos por parte del terrorismo, representa un paso enorme en la escalada del terror, que, si se produce, generará pánico, odio y reacciones terribles entre los europeos atacados.

El pensador Hala Mustafa cree que el resurgimiento del Islam fundamentalista está ligado al fracaso de la modernización política y económica de la mayoría de las sociedades islámicas y el fracaso también de los movimientos populares de izquierda que se han desarrollado en el mundo islámico. Si a todo ese descontento y frustración se le añade la guerra, promovida por las potencias occidentales, contra países musulmanes estables, aunque sometidos a dictaduras, como Irak, Libia, Túnez y Siria, entonces ya tenemos listo el cóctel explosivo.

Europa y Occidente entero tienen que prepararse para dramas mucho peores que los padecidos hasta ahora, dramas provocados por un terrorismo espoleado y desesperado por la pobreza, por la paga mercenaria en petrodólares, por el fracaso de sus países de origen, por la desigualdad y por la intransigencia de una religión que, aunque digan que es pacífica, es la única del mundo que alienta el exterminio de los infieles y promete el paraíso a los asesinos.



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