Además de ser el máximo cerebro del “atado y bien atado”, lo fue también de la “Constitución”, de la Partitocracia, de la personificación del sueldo oficial y de una política "eterna" en la que la casta jamás se baja del coche oficial, salvo cuando muere. El Estado que Fraga tenía en la cabeza es el que hoy es campeón europeo de la corrupción, del desempleo y de la ruina económica, cobijo de lujo para políticos casi impunes, siempre con sueldos y cargos públicos, en el gobierno o en la oposición, cada día más alejados de su pueblo, acostumbrados a anteponer sus intereses al bien común, incapaces de dimitir, que rara vez pisan las cárceles, aunque las merezcan por sus abusos de poder, robos y arbitrariedades.
Aseguran que fue un gran político. Político, a secas, tal vez, pero lo que nunca fue es un verdadero demócrata, como tampoco lo fueron Peces Barba, Alfonso Guerra y los demás "ponentes" de la Constitución, más interesados en sustituir el "caudillismo" del Caudillo con el "caudillismo" de los partidos que en crear una democracia verdadera de ciudadanos libres.
Fraga habría sido más demócrata si en lugar de una Constitución al servicio de los partidos y de los políticos profesionales hubiera ayudado a redactar una Constitución al servicio de los ciudadanos y de la democracia; habría sido más demócrata si hubiera introducido en el texto de la Carta Magna artículos que impidieran la corrupción, la rapiña y la arbitrariedad de los políticos y la cárcel y la devolución de lo robado para los delincuentes; habría sido más demócrata si se hubiera retirado a su cátedra, después de ocho o diez años de ejercicio político, demostrando así que la política es un medio y no un fin, un tránsito que debe ser efímero porque el poder siempre corrompe y envilece.
Será recordado no sólo como el fundador de la derecha española actual, adaptada a la partitocracia, tan demócrata como el PSOE, IU y los partidos nacionalistas, sino también como "padre" del "dedazo" en política, promotor del amiguismo, defensor de los privilegios de la casta y padrino de esta España autonómica, costosa e inviable, malditamente dividida en 17 trozos tan autónomos que muchos de ellos reman en sentido contrario y algunos sueñan con la independencia, tras haber aprendido a odiar a la patria con todas sus pervertidas y antidemocráticas fuerzas.
Pero, teniendo en cuenta que su cadáver está en la capilla ardiente, resaltemos sus grandes valores: fue un gran patriota que siempre amó a España y fue uno de los escasos políticos que no se enriquecieron con el poder. Miles de concejales, alcaldes, cargos políticos y altos cargos del gobierno y de las instituciones, con menos de la mitad del tiempo que Fraga estuvo en la política, se han hecho millonarios y no son capaces de explicar su patrimonio.