La pantalla se va a negro y comienzan a aparecer los créditos. Silencio.
Nadie se mueve de su butaca. Tras unos necesarios instantes de recuperación de la conciencia, de aterrizaje de nuevo al instante, arranca el primero de varios tramos de aplausos. Así termina la proyección, y así empieza todo lo demás.
La joven productora Sintagma Films se estrena en el largometraje documental con Frágil Equilibrio, un relato contado a tres bandas, vertebradas por la cadencia rítmica, reposada y viva de quien fuera presidente de Uruguay hasta 2015: José Mujica.
Mientras un grupo de magrebíes lidia con el deseo ardiente de superar una valla y alcanzar el paraíso, alguien que ya está allí vive el infierno de la indigencia, sin casa y sin trabajo. Entretanto, al otro lado del planeta, dos colegas oficinistas, presa de la sobreactividad, se hacen la misma pregunta: ¿trabajar? ¿Para qué?
Tres hilos argumentales propios de tres contextos -Marruecos, España y Japón- tan distintos como interconectados. Una humanidad común que sufre por la misma causa: el drama poliédrico que varía según posición y perspectiva, pero que con sus muchas caras da forma a los mismos males y carencias. Estamos ante la pérdida de la propia vida. Y de algo más.
El acabado técnico es impecable: una delicia visual de primera línea. El rompecabezas -compuesto de material de distintos orígenes, narrativas personales dispares, planos cinematográficos y capturas fruto de la pericia fugaz o la improvisación- se resuelve con naturalidad en la realización, suavidad en el montaje y sutileza en el sonido, engarzado a la perfección. La música, sugiriendo el viaje constante, sostiene y refuerza, toma cuerpo y se esconde, acompañando el balanceo -preciso en los tiempos y magistral en la síntesis- con que Frágil Equilibrio se va contando sola.
Y marcando los pasos del baile, hilvanando la gran historia: las respuestas de José Mujica a un entrevistador universal.
Su opinión, dicha con el desparpajo, la sencillez y la elegancia seca del sabio viejo, resulta irresistible, tan simple y demoledora. Vibrando con el sino de un sermón cariñoso, no roza en ningún momento la bronca moralista o el discurso acusador. Se trata de la nana bienintencionada de quien vuelca cantidades inconmesurables de verdad breve y profunda, quizá la respuesta evidente a las preguntas filosóficas más intrincadas de este tiempo. No cuesta, yendo de su mano cual abuelo esperanzador, desenmascarar los fantasmas del carnaval contemporáneo del exceso y la ansiedad; del vacío, el frenesí, la deshumanización y la soledad.
Un documental ideológicamente aséptico y puramente humanístico, que constituye ya una pieza clave en el mundo documental por su alta calidad y su temática omnisciente. Una fotografía global única e imprescindible cuyo camino será sin duda fértil en todos los campos. Un auténtico canto a la vida que ya ha sido galardonado con el premio a mejor documental DOC España en la Seminci. Y lo que queda.
La pantalla se va a negro y comienzan a aparecer los créditos. Silencio.
Pero no el silencio mineral, inerte, del que habla Mujica. No el silencio de la oscuridad inanimada, del estatismo y la ausencia. Es un silencio pensante, reflexivo. Es el silencio de toda una sala de cine, que abandona el hechizo hipnótico de la última hora y media para volver a la vida del ruido y la civilización. El silencio de la cabeza que piensa y el corazón que se despereza, conmovido, digiriendo lo aprendido. Toda una sala de seres ansiando seguir siendo humanos.
Tal vez, las cosas más relevantes conviene volver a aprenderlas, una y otra vez. Tal vez nos conviene que alguien, de vez en cuando, nos recuerde lo importante, lo elemental.
Eso es Frágil Equilibrio: un certero, bien cuidado y hermoso recordatorio de lo necesario que es, por el bien propio y el de todos, sentirse vivo... y saberse humano.