La luna había contemplado la Tierra de cerca durante más tiempo que nadie. Tal vez hubiera sido testigo de todos los fenómenos acaecidos en la Tierra, de todos los actos cometidos en ella. Sin embargo, permanecía en silencio, no los contaba. Cargaba con un voluminoso pasado, fría y certeramente. En ella no había aire ni viento. Su vacío era idóneo para conservar intactos los recuerdos. Nadie podía abrir el corazón de la Luna. Aomame alzó la copa hacia ella.
-¿Has dormido abrazada a alguien últimamente? -le preguntó Aomame.
La Luna no respondió.
-¿Tienes amigos? - preguntó Aomame.
La Luna no respondió.
-¿No te cansa vivir siempre así de impasible?
La Luna no respondió."
1Q84Haruki Murakami Traducción: Gabriel Álvarez Martínez