Fragmentos #14

Publicado el 07 octubre 2013 por Hojasdealisio @HojasdeAlisio

Se abrió la puerta. Conté: uno, dos, tres, cuatro. La yema de mi índice ejecutó el movimiento como si fuera una luchadora independiente de la resistencia; fue a apretar la fría pieza de metal e, inmediatamente después, se reincorporó para dejar de ejercer presión. En la puerta, el cuerpo del recién llegado, resistiéndose con descaro contra su destino, se atrincheraba tras un gran círculo oscuro. Yo quería gritar, elevar mi protesta. El que yo estaba esperando no podía escudarse tras un paraguas. Quise pegar un salto, pero tenía las piernas paralizadas, los labrios ateridos, las manos incapaces de moverse, fusionadas con el objeto que estrechaban.
El segundero del reloj describió una vuelta honorífíca y añadió unos cuantos segundos más. Entonces volvió a moverse hacia abajo el picaporte de la puerta de la entrada y yo empecé a contar hasta cinco para mis adentros. Al llegar al tres, se me desgarraron los tímpanos y se me paró el corazón: "¿Quiere tomar alguna otra cosa?". Eso iba por mi. Yo perdí el control y mire a Beatrice a los ojos. A ella le dio miedo ver mi pánico. No era lo que yo pretendía; yo nunca había asustado a nadie y me maldije por ello. "No, gracias", me oí decir; tal vez incluso esbozara una sonrisa. Beatrice desapareció. Yo borré el recuerdo de sus rostro; mi memoria volvía a estar vacía, casi vacía: dos seis cero ocho nueve ocho.
Mis dedos habían vuelto a su posición. Arriba a la derecha el minutero marcaba cincuenta, cincuenta y uno, cuando de nuevo descendió el picaporte. Con el "uno" se abrió el resquicio de la puerta, con el "dos" reconocí unos zapatos de hombre de color oscuro. "Tres": vaqueros azul claro. "Cuatro"...los tonos rojizos se difuminaron y se convirtieron en algo negro. Me lloraban los ojos. Los cerré con fuerza. Bajé la cabeza. Mi índice izquierdo se curvó. Toda la fuerza de mi cuerpo y de mi mente ardía concentrada en la yema de un dedo, atravesó todos los umbrales y todas las barreras, y presionó el gatillo. Mis propios dientes me arrancaron las sienes del cerebro. El dedo completó su movimiento. El "cinco" fue un sonido sordo y algo se precipitó con fuerza en la entrada. El eco se encontraba muy lejos de mí. Lejos, muy lejos, en otra vida.