Fragmentos Nº127: Andanzas del impresor Zollinger

Publicado el 23 agosto 2013 por Kovua

Pablo d’Ors Andanzas del impresor Zollinger
Estando a punto de alcanzar la copa de aquel árbol, August oyó de nuevo su antes deseado y ahora repudiado sonido del tren. Sí, allí estaba, inconfundible; pero —y esto le dejó atónito— el zumbido no provenía de fuera, sino… ¡del interior del árbol!, como si fuese por dentro por donde circulara el ferrocarril. Recuperado de la impresión, ceñido todavía al árbol, August pensó si no estaría enloqueciendo. Devorado por la curiosidad, volvió a aproximarse al punto donde poco antes había creído oír el chirrido de aquella locomotora. No había duda, allí estaba, muy lejano al principio —es cierto—, pero perfectamente reconocible si permanecía a la escucha durante un tiempo suficiente. Descendió entonces con destreza y se alejó rápidamente; estaba temblando. ¿Qué era aquello?, se preguntaba Zollinger, dando vueltas en torno a ese árbol, pero manteniéndose siempre a una distancia prudencial. ¿Un engaño macabro? ¿Una broma de los sentidos? Pasarían varios días antes de que August Zollinger recuperara el coraje para regresar de nuevo a ese lugar embrujado. Para superar su pánico, se abrazó a otro árbol, deseando que el extraño fenómeno no se repitiera. Confiaba todavía en que solo hubiera uno en toda la floresta de St. Heiden con esa absurda y chocante propiedad sonora. Para esta ocasión escogió una especie distinta —un abeto—, tomando la precaución de que estuviera alejado del «árbol-tren», que así fue como llamó al que tanto había logrado avivar el recuerdo de su amada telefonista.