Dolores Redondo Legado en los huesos
Cultura del dolor, aceptar que dolerá, saber que la mano se hinchará hasta que los dedos parezcan salchichas, que el dolor, ese ardor salvaje con que la mano parece asarse entre brasas, trepará por el brazo como veneno hasta el hombro, que la piel en la palma de la mano se cuarteará con el próximo golpe y comenzarás a sangrar, no mucho. Aunque a veces uno de esos terribles golpes contra la pelota producía la ruptura de una vena que sangraba sin salida, formando un cúmulo duro y terriblemente doloroso que no drenaría la sangre ni pinchándolo y que habría que operar por su peligrosidad. Cultura del dolor, saber que dolería, y sin embargo... Pensó en Dupree y en lo que Johnson le había dicho: «El silencio aquí es una condena». —También aquí —susurró.