Fragmentos Nº164: Sapphira y la joven esclava

Publicado el 22 febrero 2014 por Kovua

Willa Cather Sapphira y la joven esclava
Cuando alcanzaron la costa, los confinaron en un cercado el tiempo justo para que los desnudaran, les afeitaran el cuerpo entero y los rociaran de arriba abajo con agua de mar. Un navío inglés, el Albert Horn, se encontraba anclado en medio del golfo con un cargamento casi completo de negros almacenado a bordo. El viento era favorable y el patrón aguardaba con impaciencia el botín de este último saqueo.
Jezebel y los demás cautivos fueron trasladados en pequeños botes de remos hasta el barco y engrilletados a cubierta por las piernas. Pertenecían a un fiero pueblo caníbal y no habían sido doblegados tras de disciplina en el cercado. Cuando el Albert Horn hubo iniciado su singladura y las líneas azuladas de las montañas en tierra firme comenzaban a desdibujarse, se les retiraron los grilletes a las mujeres cautivas. No era probable que causaran problemas. El Albert Horn, armado para la trata de esclavos, contaba con dos cubiertas. El cargamento de negros iba almacenado entre la cubierta superior y la inferior, en una plataforma tan larga y ancha como el navío, pero solo había un espacio de un tres pies y diez pulgadas entre el armazón sobre el que descansaban y la cubierta superior que les hacía las veces de techo. Los esclavos realizaban la larga travesía de entre dos y tres meses de duración sentados o recostados sobre un suelo de tablones de madera, con muy poco espacio, si acaso lo había, entre sus cuerpos desnudos. A los varones los colocaban por delante de la escotilla principal; a las mujeres, en la popa. Los dejaban desnudos toda la travesía y les afeitaban la cabeza y el cuerpo cada dos semanas. Como no había sistema de desagüe de ninguna clase, la bodega de los esclavos y las criaturas de su interior alcanzaban un estado nauseabundo por las noches. Todas las mañanas se limpiaban las «entrecubiertas» y a sus reclusos con chorros de agua de mar con ayuda de una manga. El capitán del Albert Horn no era un hombre brutal, y su navío era un negrero modelo. Salvo con mal tiempo, los varones, engrilletados de dos en dos, podían acceder a la cubierta inferior mientras se fregaba y fumigaba su plataforma. Al mismo tiempo, se sacaba sin grilletes a las mujeres a la cubierta inferior de popa.