Michel Husson, Viento Sur
La imagen de capitán de bote de pedales que se enfrenta a una tempestad que Jean Luc Melenchon [candidato del Frente de Izquierdas a las presidenciales] ha utilizado contra François Hollande [candidato del PS] no es, sin duda, políticamente correcta. Pero ilustra bien la situación actual: Europa (y Francia con ella) está hundiéndose en una crisis sin fin. Se entrega, atada de pies y manos, a las finanzas, incluso colocando a sus representantes a la cabeza de los estados. La soberanía popular es pisoteada, y los pueblos europeos parecen condenados a una espiral infernal de regresión social.
Declarar, como ha hecho Hollande el pasado mes de julio, que hay que “reequilibrar nuestras cuentas públicas para 2013 (…) no para ceder a no se qué presión de los mercados o de las agencias de notación sino porque es la condición para que nuestro país vuelva a tener confianza en sí mismo”, es no tomar la medida de la crisis. Habría podido plantear la idea de que, en caso de victoria en 2013 del SPD y de los Verdes en Alemania, negociaría otras modalidades de financiación de las deudas en Europa, e incluso avanzar una especie de programa común. Se tiene el derecho a soñar, pero hay que reconocer que es difícil cuando se ve cómo Zapatero y Papandreu se han rendido ante las finanzas.
Esta crisis exige respuestas radicales. Las cosas se han decantado y se ven más claramente hoy, más allá de los debates ultratécnicos, las tres pistas que permiten librarse del dominio de las finanzas. La primera es la monetarización de la deuda, dicho de otra forma la compra por el Banco Central de los títulos de la deuda pública. Sería mejor a nivel europeo, pero puede hacerse a nivel nacional. Hay, por otra parte, otras posible modalidades: empréstito forzado, tasa mínima de posesión de las obligaciones del Tesoro por los bancos, etc. La segunda pista es la anulación de las deudas ilegítimas, y en primer lugar los créditos tóxicos que pesan sobre las administraciones. Estas medidas conducen lógicamente a una tercera pista, que es la socialización de los bancos de forma a examinar la montaña de deudas que se ha acumulado. Estas tres orientaciones forman un todo coherente, que se opone punto por punto a los tres dogmas euroliberales que nos llevan -ante nuestros aterrados ojos- a la catástrofe: 1) rechazo obstinado a admitir la inevitabilidad de las suspensiones de pagos; 2) proyecto barroco de titulización de las deudas públicas vía el Fondo Europeo de Solidaridad Financiera; 3) recapitalización de los bancos con fondos públicos. Se verifica así que los debates técnicos opacos ocultan opciones sociales y políticas fundamentales.
En una entrevista de 2008, en la que se le preguntaba sobre el reparto salarios/beneficios, Hollande respondía: “La izquierda no puede interesarse solo por el reparto. Debe arreglar la insuficiencia de creación de riqueza” y evocaba “una política económica de izquierdas para subir la tasa de crecimiento”. En esto también, es no ver la causa profunda de la crisis y una exigencia inmediata: reparar los estragos del neoliberalismo. Toda política de izquierdas debería tomar medidas inmediatas sobre el poder de compra, sobre el empleo y sobre la protección social. El asunto es obtener un amplio apoyo a esta política de ruptura: mejorando concretamente las condiciones de existencia de la mayoría de la gente en Francia; y tomando unilateralmente medidas que van en contra del euroliberalismo, pero en nombre de un proyecto de refundación que se propone al conjunto de los pueblos europeos.Una mirada no convencional al neoliberalismo y la globalización