Título original: The Great Gatsby
Idioma original: Inglés
Año: 1925
Editorial: Nórdica (2013)
Género: Novela
Valoración: Recomendable y nada más que recomendable
Como muchos de ustedes ya saben, las señas de identidad de esta web con respecto a las reseñas son las siguientes: tratar de apoyar a los autores noveles/autopublicados, dar un espacio honesto a los libros/editoriales independientes, encontrar joyas literarias poco valoradas, dar su sitio a los clásicos, y arrearle a los best-sellers (que se lo merezcan). Pueden encontrarlo todo muy bien expresado en nuestro manifiesto. Aunque, como ustedes también habrán notado, hay excepciones para todo. Hoy presento la primera enmienda a un libro con la vitola de clásico: El gran Gatsby.
Corren los locos años veinte en Nueva York. La bolsa sube como la espuma y la nueva burguesía hiperadinerada vive a todo tren, de fiesta en fiesta, derrochando la bolsa y la vida. En este ambiente despreocupado destaca quien mejores fiestas organiza, y ese hombre es Gatsby, un misterioso tipo de pasado indescifrable e intenciones aún más oscuras.
Bien, decir que la fama de esta obra es inmensa sería quedarse corto (lo que, por otra parte, hace todavía más osada esta reseña), pero personalmente me decidí por ella por la recomendación de 9 libros que hay que leer antes de morir atribuída en varios medios a Mario Vargas Llosa. Este último, por cierto, entre las acusaciones de plagio que penden sobre su cabeza, su ideario político estancado en los ochenta, su afán por hacerse pasar por actor, y su autoría de alguna que otra obra de dudosa calidad, se ha caído del pedestal en el que yo antes le tenía (suspiro).
Pero vayamos al texto que hoy nos ocupa. Es imposible pasar por alto la elegancia estilística de Scott Fitzgerald. El libro está repleto de pasajes de escritura fluida, simple y bella, por los que es un placer dejarse mecer, y donde no es raro detenerse a releer, regodearse. Este valor literario, como decía, es innegable y hay que reconocérselo a su autor. La temática es harina de otro costal.
Gatsby es inmensamente rico y, en lugar de lucrarse invirtiendo toda su fortuna en armamento o especular en bolsa como el resto de sus congéneres (cosa que tampoco estamos seguros de si hace o no), prefiere dar pomposas fiestas diarias en su mansión. Este gusto por los saraos es lo que le hace grande. Y ya. Que sufre porque lo tiene todo menos a la mujer que ama (¡qué insospechada e insólita ironía!), pues sí, pero, insisto, no hay mucho más. Los personajes están algo perfilados pero carecen de profundidad. Los diálogos son ingeniosos pero tienden a errar continuamente de un sitio para otro. Es cierto que el autor se sirve de las interrupciones y los silencios para desarrollar los temores y las preocupaciones de sus protagonistas, pero ¿tiene que ser todo tan enervantemente superficial?
Es comprensible que la novela esté impregnada por el hedonismo del momento en que fue escrita, pero es que los problemas presentados en El gran Gatsby están muy lejos de ser vitales (llegan a resultar incluso infantiles). Señores, hay gente que se muere de hambre en el mundo, no vengan jodiendo con que el champagne no está frío. Entiendo que para un fanático del neoliberalismo este escenario sea el no va más, pero yo, sintiéndolo mucho, no puedo tomarme en serio el hondo pesar de Gatsby y su llantina de nuevo rico con mal de amor, o sea, desgraciadísimo. Y menos cuando lo miro desde nuestros días (que también se las traen, por cierto) y sé que la locura de los años veinte desembocaron en una crisis brutal que dio lugar al ascenso de los fascismos que provocaron una guerra con millones de muertos que…
Poniendo todo esto en perspectiva, y para resumir un poco, la lectura de El gran Gatsby me recordó a Cómo conocí a vuestra madre (salvando las distancias), esto es, una muy buena obra, bien planteada y mejor ejecutada, carente (al menos en principio) de cualquier tipo de dilema moral, cuyo único objetivo es resultar entretenida. Pero en ningún caso debería pasar por un clásico intemporal.
No quería terminar sin mencionar la edición que he tenido la ocasión de leer (existen muchísimas ediciones distintas en castellano y más que va a haber, ya que los derechos de autor de Francis Scott Fitzgerald han quedado libres recientemente). Los chicos de Nórdica han realizado un gran trabajo añadiendo las ilustraciones de Ignasi Blanch que, si bien no mejoran la ya mencionada calidad del texto, sí que refuerzan el ambiente festivo que impregna toda la novela.
Y eso es todo por mi parte, queridos amigos. Les dejo con una buena novela, recomendable y nada más que recomendable.
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