El almirante tiene una obra monumental, La batalla del Mar Océano, sólo publicada en sus cinco primeros volúmenes -el Ministerio de Defensa lleva desde el ministro Trillo desentendiéndose de la publicación del resto-, donde recoge cuanta correspondencia y documentos de la época se conocen sobre el fracaso de la gran expedición contra Inglaterra. Una de esas cartas, la del capitán Cuéllar, comandante del San Pedro -galeón español destrozado en la costa irlandesa-, es una auténtica joya: un riguroso documento histórico que parece un relato de aventuras. Pero como se trata del documento núm. 7.127 clasificado por el almirante, y pertenece a la parte inédita de la obra, temo que nunca lleguemos a verlo impreso. En su carta cuenta Cuéllar los pormenores del naufragio en pleno temporal -«No teníamos remedio ni socorro ninguno, si no era de Dios»- y cómo miles de náufragos españoles que iban a bordo de las naves deshechas en playas y acantilados van siendo arrastrados por el mar, vivos y muertos -«Desnudos en cueros, sin ningún género de ropa sobre sí, tiritando de frío, que le hacía cruel»-. Fuente: - "Una carta de 1588".
El almirante tiene una obra monumental, La batalla del Mar Océano, sólo publicada en sus cinco primeros volúmenes -el Ministerio de Defensa lleva desde el ministro Trillo desentendiéndose de la publicación del resto-, donde recoge cuanta correspondencia y documentos de la época se conocen sobre el fracaso de la gran expedición contra Inglaterra. Una de esas cartas, la del capitán Cuéllar, comandante del San Pedro -galeón español destrozado en la costa irlandesa-, es una auténtica joya: un riguroso documento histórico que parece un relato de aventuras. Pero como se trata del documento núm. 7.127 clasificado por el almirante, y pertenece a la parte inédita de la obra, temo que nunca lleguemos a verlo impreso. En su carta cuenta Cuéllar los pormenores del naufragio en pleno temporal -«No teníamos remedio ni socorro ninguno, si no era de Dios»- y cómo miles de náufragos españoles que iban a bordo de las naves deshechas en playas y acantilados van siendo arrastrados por el mar, vivos y muertos -«Desnudos en cueros, sin ningún género de ropa sobre sí, tiritando de frío, que le hacía cruel»-. Fuente: - "Una carta de 1588".