Tradicionalmente, cuando hablamos de Francisco de Quevedo rememoramos su carácter mordaz y la calidad de sus escritos, sin olvidar su figura como personaje de la Corte. Sin embargo, y junto a esta imagen tradicionalmente asociada a su figura, hemos de recordar que el genial escritor era también un hombre de acción cuyo peculiar carácter le llevo a involucrarse, en más de una ocasión, en asuntos verdaderamente peligrosos. Este carácter polifacético hace de este personaje mucho más que un simple escritor y el estudio de su vida puede ayudarnos a comprender mejor la forma de vida en la Corte y el funcionamiento de la alta política en este período.
Quizás el acontecimiento más sorprendente de todos los que emprendio el escritor madrileño sea la labor desempeñada por Quevedo como agente al servicio de la Monarquía española dentro de un proceso que es conocido como la Conjuración de Venecia.
Como es bien sabido por todos las relaciones entre la monarquía hispánica y la Serenísima, a pesar de alianzas puntuales, no fue nunca del todo buena, ya que el control español de buena parte de la península italiana era una clara amenaza para esta ciudad. Dentro de esta tendencia será en la que se desarrolle un complot por parte de algunos importantes nobles españoles encaminado a destruir de una vez por todas el poderío de la República Veneciana. Será en este complot en el que Francisco de Quevedo jugará un papel determinante.
Ideado por el duque de Osuna (protector de Quevedo), el marqués de Villafranca, que por aquel entonces era el gobernador de Milán; y el Marqués de Bedmar, que era el embajador español en la República veneciana, la idea consistía en infiltrar grupos de mercenarios holandeses y franceses en la ciudad y, en determinado momento, tomar los puntos estratégicos más importantes de ésta y volar su arsenal.
Pero, por desgracia para los conjurados el complot no pudo ser llevado a cabo. El 14 de mayo de 1618 llega información sobre una posible conjura a oídos de las élites dirigentes de la ciudad y varios hombres son ajusticiados en la Plaza de San Marcos por tener relación con este asunto. En una acción verdaderamente audaz Quevedo logra huir del peligro disfrazado de mendigo y se confunde entre el gentío gracias a su habilidad para imitar el dialecto veneciano. Sin embargo, esta frustrada intentona le saldrá cara a todos aquellos que participaron en ella: el marqués de Bedmar fue expulsado de su puesto, el duque de Osuna comenzó su caída arrastrando consigo a Quevedo, etc.
Este acontecimiento es un claro ejemplo de como en numerosas ocasiones la vida de algunos escritores y artistas solo nos es conocida a través de su obra haciéndonos olvidar unas peripecias vitales que, cuanto menos, son sorprendentes y que merecen ser conocidas para comprender mejor su personalidad y la época en la que vivieron.