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Juan Pardo Vidal
Felipe Sérvulo
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Juan Pardo Vidal
Felipe Sérvulo
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Bio-Bibliografía
Francisco Domene nació en Caniles (Granada). Es, esencialmente, poeta; pero ha escrito indistintamente poesía, ensayo, relatos y novelas. En 1991 publicó Libro de las horas; y, un año después, obtiene el premio Ciudad de Irún, por Propósito de enmienda. También en 1992 aparece su primera novela, La última aventura, de la que se han realizado hasta el momento nueve ediciones, y los ensayos Poesía Actual Almeriense y Narrativa Actual Almeriense. En 1993 publica Insistencia en las Horas, libro por el que había recibido una Ayuda a la Creación Literaria. En 1995 fue galardonado con el premio Antonio Machado, por Paisaje. En 1998 se le concedió el premio Artes y Letras de la Diputación de Almería por el relato El detector de inocentes. A finales del mismo año obtuvo el Premio Antonio Oliver Belmás, por Falso Testimonio, a cuya dotación renunciará al concedérsele también el Premio Blas de Otero, por el mismo libro. En 1999 obtiene el Premio Memorial Laureà Mela, por Arrabalías, y publica la novela Ana y el misterio de la Tierra de Mu. En 2000 se le otorga el Premio Ciudad de Burgos, por El cristal de las doce. En 2001 publica la novela El asunto Poseidón. En 2010 ha publicado Cuentos y leyendas de los dioses griegos, una particularísima y divertida visión sobre el origen y aventuras de los principales dioses de la Grecia Antigua. Además de eso, bebe lo que puede y fuma en contra del ministerio de sanidad. Tras la muerte de José hierro, Francisco Domene debe de ser uno de los poetas que mejor tose de España.
Más datos: http://es.wikipedia.org/wiki/Francisco_Domene
Poética
Hay poemas que cuestan un cartón de tabaco… Aunque también valdría: A pulga flaca todo se le vuelve perro; o el lema cartesiano: No aceptar nada como verdadero; e, incluso: Hay pájaros a los que no les gustan los árboles. ¿De qué sirve una poética?
Poemas
CANTO GENERACIONAL
«La verdad es un alma y un cuerpo.»
A. Rimbaud.
Tus muslos
no comparten la lógica del sentido común;
tus caderas, tampoco; ni tus pechos.
En tu sexo
relampaguea aquella luz prohibida.
Con un suspiro de resignación
se hace azotar la tarde
sobre los campos. Huele a ti este aire de julio.
Sabe a ti este aire apátrida
de julio. Oh, sí, la tierra es cóncava: muramos
en su interior. El tiempo transcurrido
vuelve a la nada. Ve a anunciar
que las puertas están abiertas,
que el exterior está ya entrando.
Nuestra literatura, nuestros debates, nuestros
conflictos ideológicos, nuestra actitud
ante la realidad, todo dormía ahí, al otro lado
de las puertas que acaban de saltar.
Tú y yo pertenecemos a la generación
que habría
querido
ver derrumbarse un mundo.
Teníamos razón:
la verdad no es un alma, sino un cuerpo.
CUANDO QUIERAS
Será cuando tú quieras. Fíjate qué sencillo:
No tienes que llamarme ni esperarme,
ni soportar un día y otro día
mi aburrida presencia enamorada,
mi irritante presencia enamorada,
ni mis torpes discursos sobre cosas y gentes.
Será cuando tú quieras, porque quieras,
sin ninguna razón
convencional o justa, y sin apropiaciones
debidas o indebidas, ni estatutos,
sin tener que pensarlo
ni detenidamente ni un millón
de veces, porque sí, sin calcular
la ganancia o la pérdida.
No para ayer y no para mañana.
Cuando tus ojos se abran
embriagados de dulce luz y digan:
hoy.
Cuando tu corazón,
cuando tus manos y tu carne se abran
como dulces granadas silenciosas,
como espigas de trigo, y digan: hoy.
LA LAGARTIJA DE LAS 9,30
La lagartija de las 9,30
tiene pinta de nunca haberse puesto
a especular sobre el paso del tiempo.
El estúpido saurio, que probable-
mente ignora la convención horaria
y hasta la exacta ubicación de Greenwich,
salta de teja a teja, la cabeza
estoica, tieso el pecho para ser
por la mano translúcida de junio
hoy lunes, seis, quizá, condecorado,
sin importarle un pito el día, la hora
o la opinión del tonto que lo observa.
Pena da. Pena de verle ahí, cada
día a las 9,30, y a las 10,
o a las 14,20, rezongando
sobre el significado de la vida
que se le escapa, mientras se oye un mundo
enorme, con un tiempo para todos,
calle abajo, por fuera de esta casa,
donde recolectar una caricia,
marisquear un beso, vendimiar
una vieja amistad. Pena nos doy.