Será cuando tú quieras. Fíjate qué sencillo:
No tiene que llamarme ni esperarme,
ni soportar un día y otro día
mi aburrida presencia enamorada,
mi irritante presencia enamorada,
ni mis torpes discursos sobre cosas y gentes.
Será cuando tú quieras, porque quieras,
sin ninguna razón
convencional o justa, y sin apropiaciones
debidas o indebidas, ni estatutos,
sin tener que pensarlo
ni detenidamente ni un millón
de veces, porque sí, sin calcular
la ganancia o la pérdida.
No para ayer y no para mañana.
Cuando tus ojos se abran
embriagados de dulce luz y digan:
hoy.
Cuando tu corazón,
cuando tus manos y tu carne se abran
como dulces granadas silenciosas,
como espigas de trigo, y digan: hoy. Francisco Domene De El cristal de las doce