Y así da comienzo:
Están ellos dos y están los demás, también con cuerpos acorazados y en camino en línea recta hacia una intención, quizá incluso un destino, de arma. Una decena de hombres, más él, y un par de mujeres, contándola a ella, pendientes de su aliento y de la posición de los pies, pendientes del cronómetro que zumba y se hace audible en cada esquina del gimnasio al final de cada asalto. Combaten: por parejas, dentro y fuera de alguno de los dos cuadriláteros o contra el saco. Samuel boxea con Adriana, formando un equipo mixto que es dado por bueno por el Entrenador y no es de incumbencia de nadie más. Él es serio en sus posturas y presta especial atención a las fintas y a la armonía correcta en el movimiento de marea de los golpes y el retroceso a armar la guardia, del acercarse y el alejarse, aunque se cohíbe con la fuerza de los golpes y tira en falso, clemente. Ella pega fuerte y en serio, y a ratos baila, aunque se cubre bien y, sin formas precisas bajo la ancha sudadero, sin curvas ni ángulos que revelen un ápice de su delgadez, es rara la vez que uno de los guantes de Samuel la toca. Suena el reloj, y hombre y mujer hacen chocar los puños en un saludo cansado.
Francisco Jota-Pérez. Aceldama. Editorial Origami, abril de 2014. Ilustración de cubierta: Julia D. Velázquez.