Franco consultaba a la bruja Mersida sobre decisiones políticas y masonería

Publicado el 02 mayo 2016 por Habitalia

Los moros decían de él que tenía baraka, una suerte especial contra las balas.

Pilar Franco
Algunas de las leyendas más estrambóticas sobre el "Elegido por la benevolencia de Dios", "dádiva espléndida de la Providencia Divina", "cruzado de Occidente", "instrumento de Dios para la salvación de las almas", y otras zarandajas, afirman que el dictador Francisco Franco, creía en los "poderes de lo oculto" y que acudió a brujas, videntes...¡o monjas!
Mersida, la hechicera marroquí

Según una conocida revista magufa, durante la guerra de Marruecos, Franco frecuentaba a una "enigmática mujer" con fama de hechicera llamada Mersida que vivía al sur del Atlas rifeño. Hasta allí se desplazaba de vez en cuando el militar español para consultarle sobre el devenir del conflicto colonial o para que le aconsejase sobre su entorno social, si se podía fiar de este o de aquel tipo, ascender a Fulano o jugar al mus con Mengano. Vamos, un cotilleo para nada castrense.

El majete de Iker Jiménez, que ve enigmas y misterios hasta en un ataque de diarrea salpicona, ha identificado a la supuesta bruja Lola bereber como a una tal Mercedes Roca . Por otro lado, los escritores José Lesta y Miguel Pedrero, en su libro Franco, Top Secret reconocen su existencia y la describen como rubia, de ojos claros, consultada tanto por militares españoles como franceses, lo que nos hace pensar que más que bruja, era espía. Para darle más misterio al misterio, un buen día la Mata Hari moruna desapareció, a lo Dioni, de donde vivía.

Corintio Haza, el curandero sefardita.

Los mismos "especialistas" que hablan de la evanescente brujilla rifeña citan un encuentro entre el futuro Caudillo y un "misterioso" (el adjetivo, que no falte) judío sefardita que lo mismo vendía babuchas que te curaba la almorrana llamado Corintio Haza. El cabalista judío era, según algunos, conocido por Franco desde sus tiempos de joven oficial en África y le habría advertido de que sería el elegido para capitanear la sublevación militar que causaría una trágica guerra. Yo también deduciría, sin cábala ni brujerías, que una sublevación militar llevaría a una guerra, por cierto.

Cuando el nivel de frikismo de la historia rebasa todos los límites, es cuando se asegura que:

Haza elaboró para el "Caudillo" un poderosísimo talismán que le sirviera de escudo protector para afrontar la Guerra Civil. Sería lo se conoció como Vítor, un símbolo absolutamente desconocido hasta la fecha, que no apareció hasta el nombramiento de Franco como Generalísimo, el 1 de octubre de 1936.

Falso. Tras la victoria en la Guerra Civil el nuevo poder se apropió de un antiguo símbolo al verlo adecuado para emblema propio de Francisco Franco. Era un tuneado del crismón del Bajo Imperio Romano, y llevaba siendo empleado por algunas universidades españolas desde el XIV.

Nicolás Franco, el hermano brujo

Nicolás Franco era el hermano mayor de Francisco y al parecer "el listo" de la familia. Según cuenta Claudio García , cuando el hermano aviador Ramón desapareció en su hidroavión en 1929, Nicolás tuvo el presentimiento de que seguía vivo, y habría ayudado a localizar con precisión el área en el que debían buscarle los equipos de rescate. Los dos pilotos naúfragos fueron localizados, al borde de la muerte, pero vivos y coleando.

La guinda de lo psicotrónico en la amagufada vida del dictador se la lleva sin duda la monja Ramona Llimargas Soler, nacida a finales del siglo XIX en Vic y desde muy joven testigo (ehem) de apariciones sobrenaturales que le daban mensajes del más allá. No contenta con eso, la chica además podía estar en dos sitios (y vaya a usted a saber si alguno más) al mismo tiempo. Tenía el don de la ubicuidad. Igual estaba comprando butifarra en Sitges que saltándose a la Guardia Mora en Burgos para romperle los nervios al Caudillo. Y es que claro, imagínense qué plan: en medio de una importante ofensiva se materializa, a lo Rondador Nocturno, una monja coja e hirsuta, frente a los mapas de operaciones y al Estado Mayor, soltando improperios en catalán cerrado.

No la fotis Francesc. Com se t'ocorre atacar per aquest flanc? Estàs borratxo o què?

La mujer, encima, agarra a Franco por la solapa de la guerrera y se lo lleva a un despacho, a solas, para soltarle un monólogo sobre la divina providencia, todo en la lengua de Ramón Llul, la única que conocía y que el caudillo hablaba en la intimidad. Y los militares fuera, con gesto serio, cruzados de brazos esperando a que la monja (que mientras tanto, gracias a la bilocación , estaba haciendo unas monchetas con unas amigas) le termine el coaching al generalísimo.

Tal era el cariño (llegó a advertirle de que no acudiese a un banquete en Zaragoza, pues le iban a envenenar) de la religiosa por el dictador que le siguió asesorando en los inicios de la postguerra, cuando aparecía y desaparecía del vehículo oficial de Franco como hacen hoy en día las meretrices de la Casa de Campo. Menudos sustos debía de llevarse el chófer...

Desde aquí queremos hacer un llamamiento a los guionistas y cineastas de España para que lleven a la pantalla la historia de amistad entre el dictador gallego aquejado de una acentuada fimosis y la monja catalana, clarividente y levitadora.

Jaime Noguera